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Viernes, 20 de abril de 2018   |  Número 102
Aportar valor en momentos de cambio

Año 2018, en plena era tecnológica y de la información donde el papel va perdiendo su sitio y su lugar. Hoy todos estamos interconectados las veinticuatro horas del día a través de ordenadores, “smartphones”, tabletas, etc.... no hay lugar ni razón de ser para que a estas alturas todavía haya quien no encuentre en la tecnología un motivo de hacer mucho más eficiente su trabajo a la vez que productivo su tiempo, lo cual redunda en una mejora evidente del servicio prestado y de la satisfacción de quien lo recibe. 

Portada del informe 'Sanidad privada, aportando valor Análisis de situación Sanidad privada, aportando valor 2018'

Portada del informe 'Sanidad privada, aportando valor Análisis de situación Sanidad privada, aportando valor 2018'.

El valor añadido en las diversas edades del hombre se ha caracterizado por diferentes formas y maneras de avanzar hacia el futuro. Pero, si hay un denominador en común, es un concepto que cada día que pasa adquiere más valor y que no es otro que el de la innovación, en nuestros días con el calificativo de responsable. Hemos de tener en cuenta que todo lo que generamos y que es novedoso no tiene por qué ser una innovación y mucho menos contar con el calificativo de responsable. Para que esta sea calificada como tal es preciso que aporte un beneficio diferencial y evidente con lo que ya existía y a la vez tenga una utilidad positiva dentro del marco de la ética.

Innovación no es solo aplicable a la tecnología, sino que el término se puede acomodar perfectamente a procedimientos, procesos y novedosos desarrollos de gestión que produzcan un beneficio evidente para el individuo en particular y la sociedad en general. Un ejemplo evidente de innovación en este contexto es el de la implantación de criterios de gestión ética y socialmente responsable en las organizaciones y empresas del sector, públicas y privadas.

No podemos hablar de gestión innovadora responsable si no se cumple con los criterios que emanan de la propia globalidad del término, es decir, si no se cumplen con las expectativas y necesidades que aportan cada uno de los grupos de “stakeholders” o grupos de interés que toda organización tiene independientemente de su titularidad o naturaleza jurídica.

Sin duda que si hacemos una segmentación adecuada de audiencias por orden de relevancia, ciudadanos y entre ellos pacientes y profesionales sanitarios e investigadores son quienes conforman el núcleo de nuestros propósitos y actuaciones y para cumplir con sus expectativas no cabe ninguna duda que lo fundamental es procurar un empleo de calidad acorde con su cualificación, reconocimiento e incentivación,  herramientas tecnológicas suficientes, actualizadas y necesarias para desarrollar con éxito su tarea, una carga laboral adecuada, programas de formación continuada garantizados, capacidad de desarrollo de carrera profesional y perspectivas estables de futuro profesional entre otras expectativas y necesidades.

Hace unas semanas tuvimos la oportunidad de presentar el informe anual “Sanidad privada, Aportando valor, 2018”, análisis en el que se ponen de manifiesto las constantes de un sector extensivo en emprendimiento e innovación en el más amplio sentido de la palabra, cuya realidad se caracteriza por ser fuente y motor de recursos y empleo cualificado para una sociedad que anda deficitaria de él a la vez que necesitada de emprendedores que con su esfuerzo, riesgo y generación de confianza y credibilidad social son capaces de desarrollar entornos laborales de primer nivel que a su vez fomentan un empleo.

Vivimos inmersos en una situación sanitaria de alto perfil, dotación tecnológica suficiente acorde con el momento científico, procesos de formación continuada y estímulo profesional vanguardistas, sujetos a las exigencias de nuestro tiempo, proyectos de investigación en todas sus fases y contextos y, como no puede ser de otra manera, avances científicos que permitan garantizar los mejores resultados de salud posibles.

Este aspecto que puede parecer a simple vista obvio es esencial para que el término responsabilidad social adquiera todo su sentido. No podemos hablar de una gestión responsable si no se pone toda la atención y medios al servicio de la cadena de valor que delimita el sector de la salud y la sanidad. Se trata de un entorno complejo, donde el incremento de la demanda asistencial es constante por diversos motivos y, por lo tanto, es imprescindible la utilización ordenada y sinérgica de todos los recursos de los que dispone y que están al servicio del sistema, independientemente de su titularidad, de la forma más eficiente posible, sin apriorismos ni posiciones dogmáticas más o menos interesadas que a nada conducen excepto a complicar aún más si cabe la difícil pendiente por la que discurren especialmente los ciudadanos que no tienen oportunidad de complementar o completar su atención sanitaria con los servicios que ofrece el sistema de salud de titularidad privada en cualquiera de sus modalidades, incluidos los diferentes modelos de colaboración actuales o futuros que puedan surgir fruto del uso extensivo de las tecnologías de la información y la comunicación.

En un contexto de gestión innovadora responsable no podemos dejar atrás algo que el informe explicita de una forma clara, que  es la implantación de sistemas de calidad a través de las diferentes certificaciones y acreditaciones aplicables a un sector tan específico y especializado como el sanitario. Calidad, seguridad y resultados son diferentes caras de la misma moneda y es por ello por lo que los centros han de procurar alcanzar los máximos estándares en beneficio de sus pacientes. En este sentido los responsables de los entornos asistenciales de titularidad privada ponen su especial atención por desarrollar políticas de mejora continua en esta materia tan compleja y sensible. No en vano la diferenciación en este aspecto tan relevante, al igual que la apuesta decidida por la innovación, el hecho de contar con los profesionales mejor cualificados y la excelencia de los centros en términos de accesibilidad y prestación de servicios suponen cada uno de ellos una mejora en su perfil de competencia y competitividad intercentros.

Solo anticipándose al futuro se diseña el futuro y esto lo saben bien aquellos que han de ganarse la confianza de ciudadanos, pacientes y familiares día a día; es el mejor estímulo para conseguir los mejores resultados en todos los sentidos. La sanidad de titularidad privada no tiene una población cautiva como ocurre con el sistema público de salud, sino que ha de ganarse en cada actuación la credibilidad de la persona asistida y de la de su entorno. No cabe ninguna duda que este aspecto es nuclear a la hora de procurar la mejora continua a todos los niveles, mejora continua que, como es lógico en toda gestión innovadora y responsable, ha de revertir en el profesional sanitario que con su esfuerzo y dedicación busca la mejor atención y servicio para todos sus pacientes.

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