Los centros sanitarios, como organizaciones complejas de servicios, están inmersos en un proceso de innovación continua que tiene como protagonistas a los pacientes, a los usuarios, a los clientes y a los propios profesionales.
Para hacer frente a estas expectativas, en el Hospital Moncloa nos planteamos una serie de objetivos como la mejora continua, aportando soluciones a problemas de los procesos realizados; el desarrollo de modelos de experiencia en el sector sanitario, centrados en los usuarios; cambios organizativos para mejorar la gestión y ofrecer una respuesta eficaz a las necesidades y expectativas de nuestros usuarios.
Resulta muy importante que dentro de los planes estratégicos de las organizaciones sanitarias pongamos en marcha apartados específicos sobre gestión de la calidad, basados en el análisis de procesos con el fin de conocer los flujos que configuran la estructura de las organizaciones y obtener así el diseño completo y preciso de los procesos. Este enfoque permite hacer una integración efectiva de los sistemas de calidad, medio ambiente, prevención de riesgos laborales y gestión ética.
Con las diferentes herramientas de gestión de la calidad se consigue lograr la excelencia y mejorar las condiciones para ser más competitivos. Todo ello permite operar de una forma más eficiente que los sistemas separados y facilita la toma de decisiones que reflejan mejor las necesidades de la organización. Además, los objetivos y los procesos de gestión son esencialmente similares y puede evitarse la duplicación de recursos.
Esta apuesta por la integración de las diferentes herramientas de gestión permite a los centros sanitarios mejorar en todos los sentidos y, además, ese nivel de excelencia podemos y yo creo que debemos acreditarlo. No obstante, la calidad no se acaba con la obtención de un premio o una marca, sino que hay que entenderla como un camino permanente. Hay que apostar por ella y creer en ella.
De hecho, las organizaciones sanitarias debemos ir más allá de la calidad certificada, hasta llegar a la calidad percibida. En este sentido, la mejor calidad es la que sorprende, no la que se espera, porque esa los pacientes ya la dan por hecha.
En resumen, los directivos sanitarios debemos apostar por un modelo de calidad integral en el que implicarnos directamente, apostar por el desarrollo y potenciación tanto de la calidad científico técnica como de la calidad percibida y, en definitiva, de asegurar la calidad en todos los procesos y el mejor servicio y las mejores prestaciones asistenciales, docentes e investigadoras de las organizaciones que dirigimos.
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