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Viernes, 14 de julio de 2017   |  Número 94
SANIDAD AL DÍA
ese "tecleo" está reinando en los centros sanitarios en los últimos años
Cómo conseguir una mejor atención sanitaria a menor coste haciendo que cada tecla cuente
Peter A. L. Bonis director médico de Eficacia Clínca en Wolters Kluwer Health , explica las claves de cómo hacerlo de puertas para adentro del hospital

Redacción. Madrid
"Cuando superviso en el hospital a los gastroenterólogos residentes los viernes por la mañana, el sonido de mi clínica es, principalmente, el de los médicos tecleando". De esta manera explica Peter A. L. Bonis director médico de Eficacia Clínca en Wolters Kluwer Health y profesor adjunto de Medicina de la Escuela Universitaria de Medicina de Tufts, ese "tecleo" que, en los últimos años, está reinando en los centros sanitarios. 

El experto asegura que esta forma de trabajar es algo nuevo en los últimos años, después de que su clínica implementara sistemas de registros médicos electrónicos (EMR) y exigiera que sus compañeros los utilizaran “de forma coherente” (del modo especificado en reglamentos federales). De este modo, prosigue, "mi sistema de atención sanitaria ha podido obtener los incentivos financieros proporcionados en virtud de la ley de Tecnologías de Información Económica y Clínica para la Salud (Hitech)".

Peter A. L. Bonis, director médico de Eficacia Clínca en Wolters Kluwer Health y profesor adjunto de Medicina de la Escuela Universitaria de Medicina de Tufts.

"Mis compañeros también deben interpretar cuidadosamente resultados relevantes de las pruebas realizadas a pacientes y evaluaciones previas, y comunicar su diagnóstico y sus planes de tratamiento a los demás médicos, a la vez que documentan minuciosamente el encuentro con el paciente, no solo para contar con un registro preciso, sino para asegurar una facturación correcta y el cumplimiento de diversos requisitos regulatorios", explica Bonis.

Sin embargo, asegura que los sistemas EMR no han facilitado estas tareas, dado que el flujo de trabajo y la funcionalidad están considerablemente lejos de lo ideal. No es sorprendente que los médicos pasen actualmente unas dos horas frente al ordenador por cada hora que pasan frente a sus pacientes; algunas de ellas desde casa, reconoce. 

Otros factores que irritan al médico

Los sistemas engorrosos de información no son la única causa de frustración. La preocupación por las malas prácticas, el incremento de la presión financiera procedente de administradores centrados en los ingresos, y los requisitos regulatorios y de cumplimiento, nuevos y en constante cambio, añadidos a los desafíos, que ya elevan considerablemente la presión, de la atención clínica, han generado una toxicidad que ha dado lugar a que los médicos sientan un desdén cada vez mayor hacia la práctica contemporánea de la medicina. Según diversas encuestas, casi la mitad de mis compañeros muestran señales de desgaste.

Aun así, pese a la frustración, la digitalización de la atención sanitaria representa una oportunidad sin explotar que podría ayudar a resolver muchos de los retos a que se enfrenta nuestro sistema sanitario, el mayor de los cuales es la trayectoria de los costes de atención sanitaria.

Estados Unidos gasta, actualmente, más de 3 billones de dólares al año en atención sanitaria (aproximadamente todo el PIB de Francia). El índice de crecimiento del gasto en asistencia sanitaria (aproximadamente el 5,8 por ciento) está en torno a 1,3 puntos porcentuales por encima del índice de crecimiento de nuestro PIB. A los ritmos actuales de crecimiento, la atención sanitaria representará aproximadamente un 20 por ciento de la economía estadounidense total para 2025. Esto no es sostenible.

Igualmente, resulta preocupante el valor relativo que obtenemos del gasto estadounidense en comparación con otras naciones. Estados Unidos gasta mucho más que cualquier otro país en atención sanitaria, pero está rezagado respecto a otros países en varias medidas de calidad y resultados, así como en la capacidad de ofrecer acceso a la atención y de asegurar vidas saludables a todos sus ciudadanos.

Por otro lado, los ciudadanos estadounidenses salen mejor parados que los ciudadanos de muchos otros países en acceso a nuevos medicamentos con potencial de salvar vidas, atención especializada y restablecimiento de diversas enfermedades graves. Sin embargo, esos beneficios solo están disponibles para quienes cuentan con un buen seguro.

La última década ha traído consigo un alud de nuevas políticas sanitarias, incluidas la Ley Hitech, la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Affordable Care Act - ACA) y Macra. Uno de los objetivos de estas políticas ha sido recortar gradualmente los costes de atención y, a la vez, mejorar la calidad y otras medidas de la eficacia de este sistema sanitario. Esos resultados son alcanzables si se considera la magnitud del derroche, que diversos análisis han estimado entre 476 y 992 mil millones de dólares al año. Una combinación de factores contribuye a este derroche, parte del cual se deriva de la variabilidad en los enfoques y las decisiones médicas que toman profesionales sanitarios y pacientes.

La atención que recibimos no debería ser completamente diferente para la misma enfermedad, en función exclusivamente de lo que percibe el médico o de dónde se nos pasa consulta, cuando existe una evidencia que apoya enfoques específicos para optimizar la salud y reducir costes. 

Sin embargo, esa indeseable variabilidad clínica se ha documentado repetidamente durante más de cuarenta años. Si eres un hombre de 70 años con un cáncer de próstata en una fase temprana, por ejemplo, la probabilidad de que un médico te recomiende una prostatectomía (eliminación quirúrgica de la próstata) es hasta cuatro veces superior si consultas a un médico en determinadas regiones del país respecto a si lo haces en otras, en las que puede que se recomiende observación.

Ambos enfoques pueden conseguir el mismo resultado, pero la prostatectomía, además de ser mucho más cara, está asociada a un riesgo de complicaciones graves, incluidas incontinencia urinaria e impotencia.

Existe una variabilidad sustancial en costes entre regiones geográficas de Estados Unidos, e incluso entre áreas geográficas más pequeñas. El coste de una prótesis de rodilla en Massachusetts, por ejemplo, varía entre 18.000 y 53.000 dólares en función de dónde se lleve a cabo, aunque los resultados sean los mismos.

De manera similar, los índices de crecimiento del gasto en asistencia sanitaria varían entre regiones. Podríamos ahorrar más de 1 millón de millones de dólares si pudiéramos empujar a las regiones con mayores índices de crecimiento del gasto en Medicare hacia el promedio nacional.

¿Cómo podemos abordar estos retos, que están profundamente enraizados en decisiones clínicas que sería mejor que tomaran los profesionales médicos y los pacientes, y no los responsables de políticas?, se pregunta el experto. Una solución que aún está prácticamente sin explotar es conseguir una amplia adopción de tecnologías que puedan ayudar a médicos y pacientes a llegar a las mejores decisiones clínicas, que reflejen los conocimientos contemporáneos y tengan en cuenta los costes.

Sin embargo, además de políticas que recompensen la atención basándose en valor, debemos centrar nuestra atención en el flujo de trabajo y en la carga que hemos depositado sobre nuestros proveedores; el objetivo debería estar más bien en proporcionarles las herramientas que necesitan para ayudarles a conseguir constantemente una atención de gran calidad a costes sostenibles.

Las recomendaciones clínicas que los profesionales sanitarios ofrecen a sus pacientes pueden ser correctas o erróneas, y pueden seguirse o ignorarse. Lo que sabemos con seguridad es que nuestras vidas dependen de la calidad y el resultado de esa interacción. Si mis compañeros y yo mismo tenemos que seguir tecleando, hagamos que cada pulsación de tecla cuente.

 

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