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Viernes, 18 de noviembre de 2011   |  Número 19
editorial
Economía, sanidad, educación y pensiones en el centro del debate electoral

Nadie entiende bien cuál es el racional para denostar de la manera que lo hacen algunos a la sanidad privada, primero con tópicos y después con datos asistenciales que no se ajustan a la realidad. Debe ser que la demagogia política fácil relacionada con la defensa a ultranza de lo público frente a lo privado no se sabe bien porqué, les está llevando a protagonizar una de las mayores incongruencias políticas y sociales, es decir, a dar la espalda en materia sanitaria a cerca de una cuarta parte de la población española que tiene por voluntad propia un doble aseguramiento en términos de salud, público y privado, y que con su contribución está descargando de una forma más que notable a un sistema público ya de por sí desbordado en todos los sentidos.

Todos escuchamos en los debates preelectorales a los diferentes candidatos hablar y pronunciarse a favor del sistema público de salud, tema que a nadie chirría sino que más bien a todos agrada ya que significa el frontispicio de nuestro estado de bienestar. Pero llegados a este punto, no debemos confundir estado de bienestar con estigmatización de todo lo que signifique iniciativa privada en el ámbito de la salud, la educación o las pensiones.

Es cuando menos curioso apreciar cómo incluso el propio Partido Socialista Obrero Español apremia e incita a que todos los ciudadanos suscribamos un seguro de pensiones, advirtiendo que siempre es mejor prevenir que curar y que ante un futuro incierto es mejor tener bien provisionada nuestra jubilación a través de los propios recursos destinados a planes financieros contratados con entidades privadas, banca o cajas de ahorro, aseguradoras, etc... Pero llegados al entorno de la educación y la sanidad, las otras dos piezas clave de un estado de bienestar que se precie, todo se transforma en arma política arrojadiza de unos frente a otros bajo una dialéctica trasnochada de teóricos ricos frente a presumibles pobres.

Los políticos de cualquier color se apremian a apuntarse la defensa a ultranza de todo lo público frente a lo privado, como si en la iniciativa privada vinculada a la sanidad o la educación acampasen todos los males y amenazas para nuestra sociedad occidental evolucionada, y todo lo que tiene un matiz público guardara la quintaesencia del desarrollo, cuando en realidad este discurso manido solo es reflejo de una dialéctica interesada y fuera de lugar. Las empresas y los emprendedores privados se traducen en desarrollo, riqueza y progreso para una sociedad avanzada como la nuestra.

La pregunta es: ¿Cómo es posible tal discurso asimétrico? Por un lado, defienden con realismo y don de oportunidad la iniciativa privada a través del capital y del “establishment” financiero mediante los planes de pensiones y jubilación privados y por otro denostan de esa misma iniciativa privada vinculada en este caso a la educación y la salud. ¿Cómo se entiende tal incongruencia de principios y fines?, ¿a qué intereses obedecen?, ¿cuál es su objetivo final?... todos sabemos, además, que tanto en educación como en sanidad muchos que critican agriamente son después los primeros en apuntarse a una atención más personalizada y privada en caso propio o de sus familias; ¿cuántos colegios privados concertados o no y cuántos hospitales privados han visto pasar por sus aulas y servicios a buena parte de estos críticos que después ponen en tela de juicio su capacidad, resultados y servicios…?.

Pues bien, desde el IDIS confiamos plenamente en la iniciativa privada, en el factor de emprendimiento en el segmento que sea de nuestro panorama industrial y social como complemento de lo que tiene que ser un desarrollo armónico y sinérgico de los proyectos y entornos públicos que desarrollen una actividad económica, la que sea. Sin duda que dicha complementariedad no hará más que aportar valor añadido, riqueza y desarrollo a nuestro país en todos los sentidos.

La iniciativa privada en la sanidad de entrada ofrece mejores ratios de eficiencia en la gestión que la sanidad pública, mantiene un crecimiento constante a pesar de la situación de crisis económica que nos toca vivir, es elegida por más del 85 por ciento de los funcionarios frente al entorno público y es reconocida por parte de sus más de 10 millones de usuarios como una de las más competentes y mejores en términos de acceso, confortabilidad y muy especialmente si nos basamos en datos de resultados de salud, ya que aborda la complejidad médica y sanitaria desde los más elevados estándares de calidad y exigencia.

La iniciativa privada es fundamental, clave en cualquier faceta de la vida, pero muy especialmente en el segmento sanitario, ya que promueve la sana competencia entre los centros, estimula los procesos de I+D+i vinculados al desarrollo farmacológico, tecnológico y clínico y promueve una formación continuada de calidad, y todo ello con ilusión, ahínco y tesón, muy a pesar, tantas veces, de quien por oportunismo político denosta de un segmento sanitario, social e industrial, el privado, que hoy por hoy es ejemplo de eficiencia y resultados dentro del sistema sanitario español.

Lo más importante llegados a este punto de profunda crisis del sistema sanitario público, no es tanto el parchear un entorno que empieza a padecer y resentirse gravemente de su propio éxito, sino de volver la vista al paciente, quien, como decía Marañón, es quien debe ostentar el cetro y el centro de toda nuestra atención y actividad.

La sanidad pública y privada están destinadas a entenderse ya que es difícil comprender la una sin la otra, y es más, es imposible vislumbrar un futuro floreciente para una sanidad pública sin el concurso, la sinergia, la complementariedad y la integración de una sanidad privada que la descarga de gasto y de presión asistencial y que por su propia importancia en términos absolutos asistenciales y de número de asegurados, tendría que participar en la definición estratégica del propio sistema.

La solución a las deficiencias ha de pasar necesariamente por tener en cuenta a la sanidad privada a la hora de establecer los ejes estratégicos sobre los que pivotar un sistema solvente y eficiente con las características que le son innatas de acceso, universalidad y equidad.

Gracias a la inversión del sector privado se permite ofrecer una asistencia sanitaria allí donde existe una infraestructura insuficiente, lo que garantiza la accesibilidad y la equidad de la asistencia sanitaria para toda la población. En el sector de la sanidad privada se aborda la complejidad asistencial, investigadora y formativa en toda su extensión; sin ir más lejos, en ella se realizan con independencia de la actividad concertada el 18 por ciento de los tratamientos de quimioterapia, el 21 por ciento de los tratamientos de radioterapia y otras actividades de gran complejidad como más de 10 mil intervenciones de cirugía cardiaca al año o más de 23 mil intervenciones de neurocirugía al año.

La crítica injustificada y feroz a un sector clave como el de la sanidad privada cuando menos es injustificada y desde luego inapropiada, ya que aporta el 2,51 por ciento del PIB español (27,5 por ciento del gasto sanitario total) y genera más de 250.000 empleos cualificados. El sector sanitario privado representa un elevado peso en el sector productivo español, es un motor de empleo, genera riqueza a la sociedad y esta fundamentalmente financiado (más del 70 por ciento) por el copago que voluntariamente realizan los usuarios del sector. El sector sanitario privado libera recursos de la sanidad pública (los cerca de 10 millones de asegurados de la sanidad privada descargan 1.448 € al año), mejora la accesibilidad de la población a la asistencia sanitaria a través de una amplia y variada red de centros, colabora y constituye un aliado estratégico del sector público, desarrolla actividad de alta complejidad a través de los más recientes avances tecnológicos, persigue la mejora continua de la calidad en la prestación asistencial, contribuye a la formación de los profesionales sanitarios y es un motor de avances en la investigación.

En definitiva, el IDIS apuesta desde su constitución por la búsqueda del diálogo, de sinergias y de la complementariedad e integración de los dos sistemas de provisión y aseguramiento, público y privado, en sus diferentes formatos y modalidades. En el IDIS creemos en una sanidad complementaria, que integre a la provisión, pública y privada, en torno al paciente, que evite duplicidades y gestión ineficientes, que utilice todos los recursos disponibles, todo ello en beneficio de todos los usuarios de la sanidad en España. Por lo tanto, y de una vez por todas, es hora de eliminar la política y el discurso demagógico de la sanidad, ello redundaría en un bien y beneficio claro para el paciente, sus familias y su entorno social. No confundamos oportunidad con oportunismo político y hagamos entre todos que nuestro sistema sanitario, público y privado, goce de los mayores estándares de calidad y eficiencia en todos los sentidos. Solo así será posible su sostenibilidad, su solvencia y su garantía de futuro.

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