Lunes, 22 de junio de 2020   |  Número 126
El coronavirus puede causar problemas cardiacos
La pandemia ha afectado, por otra parte, al manejo y seguimiento clínico de las diferentes enfermedades cardiacas
Ignacio Díez, cardiólogo de IMQ.

La infección por la COVID-19 puede causar problemas cardiacos por afectación directa del corazón o del pulmón, además, de favorecer la descompensación de patologías cardiacas previas. La pandemia ha afectado, por otra parte, al manejo y seguimiento clínico de las diferentes enfermedades cardiacas, tanto por el cierre de las consultas programadas, como por el hecho de que un número indeterminado de pacientes no han acudido a los centros sanitarios por miedo al contagio, pese a presentar sintomatología cardiaca.

Durante la pandemia, distintas entidades, como la Sociedad Española de Cardiología (SEC), el ministerio de Sanidad, el departamento de Salud del Gobierno Vasco y el Igualatorio Médico Quirúrgico (IMQ) emitieron una serie de recomendaciones en relación a los pacientes con patología cardiaca.

Tal y como destaca el Dr. Ignacio Díez, cardiólogo de IMQ, “tener una enfermedad cardiaca, en sí, no facilita el contagio; lo que sí sabemos es que las personas con enfermedades cardiacas pueden tener un peor pronóstico. En el grupo de pacientes con mayor mortalidad por COVID-19, padecían más frecuentemente patologías como la hipertensión arterial, diabetes mellitus, cardiopatía isquémica y mayor edad”.

Cualquier infección, también la causada por el coronavirus, produce una sobrecarga para el corazón. “Por eso, si un paciente presenta una enfermedad previa como, por ejemplo, insuficiencia cardiaca, el corazón empeorará su funcionamiento y se puede producir una congestión o acúmulo de líquido en los pulmones, lo que complicará la respiración, aumentando su riesgo vital”.

Además de sobrecargar el corazón, “también se sabe que la infección por COVID-19 puede producir un daño directo, infeccioso e inflamatorio, sobre el músculo cardiaco; es lo que conocemos como miocarditis. Dependiendo de la afectación, ésta puede empeorar la función de la bomba del corazón de forma temporal o indefinida y con diferente gravedad”, explica el cardiólogo de IMQ.

Problemas derivados del confinamiento

Según expone el Dr. Ignacio Díez, un “problema importante” que ya se ha constatado en las consultas “es la disminución de la capacidad funcional de algunos pacientes por el menor entrenamiento físico que realizaron durante el confinamiento y los cambios en la dieta durante las semanas que duró. Ello obliga a revaluar el riesgo cardiovascular de cada paciente, evaluando los niveles de azúcar en sangre, sobrepeso e hipertensión arterial, principalmente, por su fuera necesario el ajuste de tratamiento médico”.

Especial atención en pacientes mayores

Se ha visto que los pacientes de edad avanzada son especialmente vulnerables a la COVID-19. “Están inmunodeprimidos debido a su edad, lo que, junto a la existencia de una enfermedad crónica cardiaca, hace que tengan más riesgo de desarrollar complicaciones pulmonares, como neumonía simple o neumonía bilateral y, por tanto, más riesgo de morir de distress respiratorio. En este contexto es importante recordar que estos pacientes tienen que extremar la adhesión al tratamiento médico y evitar la ingesta excesiva de líquidos, para que no los retengan y no se desestabilicen” pone de manifiesto el cardiólogo de IMQ.

Reinicio de las consultas y pruebas diagnósticas

Desde hace semanas se da ya un retorno progresivo a la actividad asistencial en Cardiología, siguiendo medidas ya establecidas para protección del paciente y el personal sanitario. Para los y las pacientes en tratamiento con patología cardiaca previa, “es importante el reinicio de la actividad física, retomar las consultas de seguimiento que se hayan dejado de realizar en estos meses de forma presencial o telefónicamente y recordar durante las consultas los síntomas actuales o previos que puedan suponer descompensación cardiaca que podrían ser graves”, apunta el especialista.

Los principales cambios en las consultas se refieren, por ejemplo, a las salas de espera, con nuevos protocolos de limpieza y separación adecuada entre pacientes. Las citas se espacian adecuadamente para evitar esperas innecesarias y se realizan consultas telefónicas y videoconsultas cuando es posible, sobre todo, para revisiones y resultados de pruebas, teniendo en cuenta las preferencias del paciente.

Las consultas presenciales y pruebas diagnósticas (ecografía, prueba esfuerzo, Holter…) “se efectúan con las mismas indicaciones que hasta ahora” y con protección de la vía aérea del paciente y del personal sanitario. Se utilizan mascarillas y batas de protección cuando son necesarias, con limpieza continua de material, camillas, etc.

Por lo demás, es preciso seguir recordando las recomendaciones preventivas básicas a seguir hasta la finalización de la pandemia: lavarse las manos con frecuencia y evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca; usar mascarillas en espacios cerrados; al toser o estornudar, cubrirse la boca y la nariz con el codo flexionado o con un pañuelo desechable; evitar las salidas del domicilio y limitar la actividad social según las indicaciones de las autoridades den cada momento; y, especialmente, ante cualquier síntoma (fiebre, tos y dificultad para respirar) o contacto con un enfermo diagnosticado, es preciso quedarse en casa y contactar telefónicamente con su médico

Fármacos para la tensión y para la insuficiencia cardiaca

Se han difundido noticias relacionadas con el posible efecto perjudicial de determinados fármacos usados en el tratamiento de la hipertensión arterial y de la insuficiencia cardiaca (inhibidores de la enzima conversora de angiotensina-IECA, y de los antagonistas del receptor de angiotensina-ARA) en personas infectadas por el coronavirus. Esta hipótesis proviene de observaciones efectuadas durante la antigua epidemia del SARS, causada por otro coronavirus distinto al de la COVID-19 (SARS-CoV-2). “Tal y como apunta en un comunicado oficial el “Council on Hypertension” de la Sociedad Europea de Cardiología, no existe evidencia que apoye el efecto perjudicial de los IECA y ARA en el contexto de este brote pandémico de la COVID-19 y tampoco para recomendar su suspensión; por lo tanto, los pacientes deben continuar tomándolos. No olvidemos que los IECAS Y ARA2 han demostrado numerosos beneficios cardiovasculares”, aclara el Dr. Ignacio Díez, cardiólogo de IMQ.

Problemas cardiacos y fármacos utilizados

Actualmente “ningún ensayo clínico controlado y aleatorizado ha demostrado la eficacia de la cloroquina y la hidroxicloroquina para el tratamiento de pacientes con COVID-19”. Hasta el momento, la información disponible sobre su acción antiviral procede de estudios in vitro y series de pacientes con limitaciones de tamaño y metodología. Según detalla el experto, “es conocido que la hidroxicloroquina puede prolongar el intervalo QT del electrocardiograma (ECG), lo que predispone a arritmias malignas. Este riesgo aumenta con dosis altas y con el uso simultáneo de azitromicina u otros medicamentos que también prolongan este intervalo QT y en pacientes que tengan un QT largo congénito”.

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