Viernes, 14 de febrero de 2014 | Número 56 |
JOSÉ SAMBLÁS, NEUROCIRUJANO Y PRESIDENTE DEL GRUPO IMO |
El entendimiento entre lo público y lo privado |
En un país desarrollado como el nuestro es importante poner en claro una serie de características y circunstancias que son inherentes a la propia estructura de países de la Unión Europea, Canadá, Estados Unidos, e incluso a muchos de los países de la antigua Unión Soviética.
La economía de mercado imprime un carácter de libertad y de competencia, que son obvios y reconocidos como algo positivo en la gran mayoría de las actividades que se puedan desarrollar. Se ha puesto fin a los monopolios, hay leyes anti-trust, se reconoce y vigila la competencia para que ésta se mantenga, evitando concentraciones en los diversos sectores de la economía.
Doctor José Samblás, presidente del Grupo IMO.
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Es clave estimular la libre competencia como forma de mejorar tanto productos como servicios y manteniendo, por parte de las autoridades, una supervisión de la mayoría de las actividades, para que en el ejercicio de esa libertad de mercado no se traspasen límites que pongan en peligro la calidad de los productos o servicios, así como la seguridad necesaria en todas las actividades.
En la economía, en general, se viene evolucionando basándose unas veces en la mayor eficacia, en la eficiencia, en la agilidad y adaptabilidad de las empresas concesionarias y, las más de las veces, en un coste menor. Hemos visto que servicios muy estratégicos del estado han ido dejándose a empresas que continúan realizando su trabajo, generalmente de forma satisfactoria, porque cuando no lo es, el organismo correspondiente tiene la capacidad de penalizar o sustituir al concesionario de servicios que no los realice con las condiciones exigidas.
Hemos visto que actividades, tradicionalmente del Estado, han venido siendo puestas en manos de empresas privadas, y para decirlo de una vez y sin ningún rubor, empresas que aceptan el reto de mantener o mejorar los servicios y la calidad, con el desafío de ofertar en mejores condiciones económicas que el operador público y con la característica que hoy está muy en boga de riesgo compartido, que significa que la empresa puede obtener beneficios, o pérdidas, pero exigiéndosele mantener el servicio en las condiciones ofertadas.
Pero, ¿qué pasa con la Sanidad? ¿Es que no hay mejor oferta, más eficaz, más eficiente y menos costosa en ninguna especialidad ni área geográfica, y por eso está justificado el “monopolio” del servicio público? ¿Qué miedo y por parte de quién y por qué intereses se quiere evitar, que se intente mejorar, se amplíe y se introduzcan nuevos conceptos de gestión? ¿Se defienden intereses, privilegios o un cierto descontrol del gasto, a costa de estar llevando a la ruina, y a múltiples carencias, al sistema público de salud?
Debemos hacer un esfuerzo por saber comunicar y difundir las verdaderas realidades que deben fundamentar el progreso hacia una mejor sanidad, siguiendo simplemente el ejemplo y la tendencia de todas las otras actividades económicas y de todos los países desarrollados, basada en la libre competencia de diferentes operadores, con el debido control e inspección por los organismos oficiales. La sanidad oficial y pública no deberían tener miedo a una leal competencia o a una buena colaboración, e incluso creo que una mayoría de profesionales podrían encontrar un mejor desarrollo profesional en nuevos centros fueran públicos o privados.
Hay conceptos que debemos compartir, pues en ellos se basa el entendimiento y la colaboración entre todos los recursos sanitarios disponibles (sean de titularidad pública o privada) para ese objetivo de mejorar la sanidad:
- Mantenimiento del aseguramiento público, que no excluye que haya un segundo aseguramiento privado que permita el acceso a una mayor oferta y una libre elección, y que además ahorra el uso de recursos públicos, por lo que debería incentivarse con beneficios fiscales.
- Mantenimiento de la universalidad, gratuidad y equidad en el acceso a la sanidad.
- Los profesionales, trabajen en un hospital público o privado, tienen similar formación, titulación y capacidad y, es más, actualmente los hospitales compiten por tener a los mejores especialistas.
- Ante la necesaria reducción del gasto, es necesario buscar las fórmulas que permitan seguir avanzando hacia esa mejor sanidad con los costes lo más ajustados que sea posible.
- El que haya un operador privado no indica, de ninguna manera, que su beneficio lo vaya a obtener de reducir prestaciones, ni de reducir la calidad de servicio. Muy al contrario, como generalmente factura por las actuaciones que hace, ya tendrá interés en captar más pacientes, mejorando la eficacia, cuidando la calidad y con una eficiencia que le permita reducir costes a sus clientes, ya sean del servicio nacional de salud, de las aseguradores o los propios pacientes.
- La rápida evolución de las estructuras, del conocimiento, de los sistemas de gestión, de calidad, de información y de comunicación, es una de las principales características en todas las áreas de actividad en todas las sociedades modernas. La sanidad no es una excepción y es bien conocida la dificultad de ir adaptando estructuras, no solo arquitectónicas, sino también organizativas, funcionales, etc., sobre todo en los hospitales por su gran complejidad. Esquemas tradicionales de trabajo en los hospitales, hoy se deben actualizar para conseguir la eficacia que ya es posible en el 2014, y con costes lo más optimizados que sea posible. Mantener estructuras obsoletas, organizaciones del trabajo o sistemas de gestión de recursos diseñados hace 20, 30 ó 40 años, hace imposible trabajar con la eficiencia (“hacer más trabajo con los mismos recursos”, o “hacer el mismo trabajo con menos recursos”).
- La calidad y el espíritu de servicio, son hoy objetivos imprescindibles en cualquier actividad. Es difícil mostrar esa calidad cuando el ambiente de trabajo está viciado por un espíritu de protesta, que está en primera plana y es la imagen con que se recibe a los pacientes en la entrada y pasillos de los hospitales o de algunos ambulatorios, decorados con carteles que expresan con profusión de sábanas o batas del propio servicio de salud, con pintadas bien de protesta o bien agresivas o intimidatorias. Que idea de calidad o al menos de tranquilidad puede tener el paciente que llega a ese centro donde se le muestra la imagen de un supuesto conflicto, en vez de generarle una imagen que motive su confianza en la institución y en su personal.
Por favor, recuperemos la sensatez y lo que debe guiarnos en este momento: somos un país que intenta remontar una crisis económica y que debe ahorrar todo lo que pueda mejorando aún más la calidad de los servicios sanitarios. En esta situación y ante la escasez de recursos sería deseable que se llegara a poder aprovechar todos los recursos sanitarios para ahorrar inversiones (que ahora no se pueden ni pensar) y para cumplir ese principio de equidad que hará que los pacientes se puedan atender con los mejores medios disponibles, con independencia de la titularidad y basados en un entendimiento entre todas las instituciones públicas o privadas, y siempre con la adecuada regulación e inspección que vele por el cumplimiento de los mejores estándares de calidad, tanto en los centros privados como en los públicos. |
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