Innovar no significa solo generar nuevos productos, bienes y servicios, sino que también plantea retos en el ámbito de la búsqueda de nuevos procesos, procedimientos y sistemas que procuren unos mejores resultados en términos de satisfacción de necesidades de pacientes, ciudadanos y profesionales.
Afirman los expertos que “la innovación viene definida por la capacidad de generar e implementar nuevos conocimientos y aparece como un reto fundamental para la economía de los países, para las empresas, para las instituciones públicas y para el sector sanitario”.
En general, las organizaciones ponen a disposición de la consecución de sus objetivos una serie de recursos humanos, financieros y materiales que se articulan mediante procesos con la intención de aportar un valor añadido evidente y de esta forma lograr la consecución de resultados en forma de productos, bienes y servicios que satisfagan las múltiples necesidades del individuo.
Los recursos en general dentro de una organización pueden tener una naturaleza tangible (activos financieros, tecnología implantada, número de patentes, personal a su cargo…), y también intangible (reputación, credibilidad, confianza, fidelidad de clientes, evidencia científica desarrollada…). En un contexto de cambios tecnológicos y sociodemográficos profundos como los que estamos viviendo, el conocimiento constituye el asset más relevante a la hora de conseguir el éxito de las operaciones.
Una gestión innovadora en sanidad pasa por generar liderazgo en esta materia del conocimiento y por prestar especial atención a cuatro áreas de mejora evidentes, en primer lugar, por la gestión de la calidad, en segundo por la gestión de la innovación, en tercer lugar, por la gestión eficaz, eficiente y efectiva de los recursos y en cuarto lugar por la gestión ética y socialmente responsable de toda la cadena de valor y grupos de interés (stakeholders) atendiendo a todas sus necesidades.
La gestión de la calidad supone un compromiso con los procesos de mejora continua a todos los niveles, lo que se traduce en una implicación de toda la organización en la consecución de un objetivo, el de la calidad total acreditada y certificada (QH–Quality Healthcare-, ISO’s, EFQM, Joint Commission, SEP, DIAS…) en términos de procesos y procedimientos instaurados en los diferentes niveles organizacionales, con la atención puesta en la dotación de estructuras e infraestructuras adecuadas a las necesidades asistenciales, teniendo en cuenta los máximos niveles de seguridad que se puedan implantar en la organización.
Todo este complejo ecosistema redunda sin duda en la consecución de los mejores resultados de salud posibles, teniendo en cuenta que este es en definitiva el máximo objetivo y desiderátum al que podemos aspirar como organización cuya misión y objetivo será siempre el de procurar los máximos estándares de salud y bienestar a todos los ciudadanos.
La gestión de la innovación es un aspecto clave puesto que si importante es la gestión de los procesos y procedimientos en términos de calidad y seguridad, al menos tan relevante es la gestión de la dotación de los centros asistenciales.
La innovación es un elemento fundamental en la consecución de los mejores resultados de salud posibles y si en el pasado era importante, hoy lo es más si cabe puesto que cada día la ciencia nos aporta y sorprende con nuevas herramientas tecnológicas de diagnóstico y tratamiento, farmacológicas o biotecnológicas en el ámbito de la terapéutica que traducen sin duda mejores expectativas en cuanto a pronóstico de nuestras actuaciones tanto en términos asistenciales como de prevención y de calidad de vida.
Una vez que estamos en la era de la comunicación y la información no podemos obviar la importancia de las TIC y su contribución al impulso de la interoperabilidad intercentros y entre sistemas puesto que facilitan no solo el proceso asistencial en su conjunto al consolidar conocimiento, sino que evitan duplicidades y redundancias aportando además comodidad y seguridad al paciente.
Favorecer el acceso y acercar la innovación más disruptiva a la población y al paciente en términos de resultados contrastados en el corto, medio y largo plazo debe conformar siempre el fiel de la balanza en materia de gestión innovadora.
El tercer reto en gestión sanitaria sin duda es la eficiencia y efectividad, todos sabemos lo que significan estos términos, pero quizás hoy en día estos aspectos se han priorizado sobre los demás debido sin duda a la crisis económica en general y a la crisis del sistema en particular. Hay una bipolaridad y asimetría evidentes, por un lado, nos encontramos con la disyuntiva de aportar lo mejor en cuanto a recursos estructurales y humanos al sistema y por el otro a hacerlo con unos recursos cada vez más limitados y con un matiz, sin una visión a medio y largo plazo de los resultados obtenidos.
En general, difícilmente podemos apreciar y comprobar las excelencias de un proceso o un elemento novedoso e innovador en la práctica clínica diaria. En este sentido, la medicina basada en la evidencia viene de la mano de otro contexto novedoso de gestión, el de la medicina basada en la eficiencia contextualizada no solo en el corto plazo.
Una visión a medio-largo plazo junto a una administración ética de todos los recursos disponibles es fundamental en este aspecto, de ahí la relevancia que adquiere toda cooperación y búsqueda de sinergias entre el segmento de titularidad pública y privada dentro de entornos estables y predecibles de actuación.
El cuarto eje pivotal sobre el que gira hoy en día la innovación en gestión sanitaria y en general en cualquier sector no es otro que el de la gestión ética y socialmente responsable, la tan traída y llevada responsabilidad social enmarcada en los parámetros que emanan de normas y guías de actuación específicas como pueden ser la norma SGE-21 o la guía ISO-26000 respectivamente.
En defintiva, la innovación en gestión sanitaria pasa por transitar una senda compleja en la que se articulan numerosas palancas. Todas ellas activadas al unísono inciden en aspectos que hoy por hoy son fundamentales, el de la credibilidad y el de la generación de confianza, antesalas sin duda de la reputación, un elemento indispensable a la hora de evaluar el grado de compromiso con nuestros pacientes y con nuestros profesionales sanitarios, además de incidir directamente en la competitividad de nuestra organización, un elemento clave de supervivencia y proyección hacia el futuro, especialmente en los más que complejos días de concentración y cambio dentro del sector privado y de problemas de solvencia y sostenibilidad que viene protagonizando desde hace tiempo el sector público.
Solo mediante un compromiso sólido con la gestión adecuada e innovadora de las organizaciones es como podremos dejar una huella de futuro sostenible y solvente a las nuevas generaciones y al conjunto de nuestra sociedad. |