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Viernes, 16 de marzo de 2018   |  Número 101
La posverdad también existe en Sanidad

Abrimos esta primera jornada de un ciclo que hemos denominado IDIálogoS, un nuevo foro de discusión, de debate, de generación de opinión sobre temas de interés del sector sanitario en general y del sector de titularidad privada en general.

Para inaugurar esta nueva iniciativa de la Fundación IDIS hemos pensado que nada mejor que dedicar este primer encuentro a algo que esta muy en boga hoy en día, el fenómeno de la posverdad, un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales.

No les falta razón a algunos cuando catalogan la época en la que vivimos como la de la “infoxicación”; disponemos de tantos medios y herramientas de comunicación que a veces nos perdemos en un océano de informaciones y datos que tantas veces se contravienen y contradicen.

La verdad es que la proliferación de internet y de todo su ecosistema de comunicación asociado nos ha aportado enormes ventajas, pero a la vez un sinfín de dudas que despejar, entre ellas la de la validez de las fuentes de información. Hoy en día todos somos fuente y todos podemos ser portavoces de causas de lo más dispar.

En este novedoso universo que se expande sin límites propiciado por las tecnologías y herramientas de la información y la comunicación surgen no pocos problemas relacionados con la validez y la fiabilidad de los diferentes ámbitos con los que interactuamos en la red.

Recientemente la revista Science ha publicado un estupendo artículo que recoge los datos de un estudio realizado sobre la influencia de los bulos, de las denominadas “fake news” o noticias falsas que corren por la red: es impresionante comprobar cómo estos fenómenos llegan a tener mucho más predicamento social que las informaciones contrastadas y elaboradas por grandes expertos y profesionales en las diferentes materias.

Es por ello que desde la Fundación IDIS decidimos poner en marcha un primer foro en el que quisimos que se hablase de la posverdad en el sector sanitario haciendo gala de nuestros valores de transparencia, objetividad, rigor, diálogo y proactividad. Quisimos que se discutiera sobre si tienen más peso los datos objetivos o los prejuicios arraigados; sobre si es posible modificar creencias en base a datos y resultados; sobre la desinformación y sobre las realidades y emociones, sobre la comprobación de datos por parte de los medios en definitiva.

Sabemos que nos encontramos en un entorno de extrema sensibilidad, el de la información de salud y de sanidad, y también sabemos que la digitalización de las comunicaciones amplifica cualquier debate a veces apoyado en argumentos bien fundados o, por el contrario, carentes de evidencia, favoreciendo así la polarización de las posiciones.

En el entorno que mejor conocemos, el de la sanidad privada, ocurre también y todos podemos apreciar en el día a día por un lado algunas ideas fuertemente arraigadas y asociadas al sector y, por otro, datos que a priori podrían echar por tierra dichas ideas.

¿Por qué en ocasiones, cuando los datos hablan por sí solos las percepciones son otras? ¿Sirven realmente los datos para cambiar percepciones y creencias? ¿Es España diferente en este ámbito de la emocionalidad versus objetividad en relación a los países de nuestro entorno? Son muchas las preguntas que nos podríamos hacer en este contexto íntimamente relacionado con la pérdida de la credibilidad y confianza en instituciones y organizaciones otrora reputadas y prestigiadas.

La polarización de la información en el sector y el uso de la opinión bajo intereses que no sean los del bien común distorsionan la información sobre el sistema sanitario. Pero, además, estamos en un entorno bastante politizado como reconocen todos, que usa la sanidad como elemento de confrontación, a la búsqueda del rédito electoral, como si la sociedad del siglo XXI no estuviera lo suficientemente informada y formada como para tomar y asumir sus propias decisiones.

Esta situación de intereses políticos y sociales contrapuestos hace más difícil si cabe la explicación del funcionamiento del sector del emprendimiento privado en sanidad y genera una cierta desinformación a nivel global. En definitiva, una distorsión de la información no sustentada en datos objetivos, abiertos y transparentes sobre el sistema sanitario en su conjunto influye en el planteamiento de cómo se organiza el propio sistema, dificulta el emprendimiento y afecta a la reputación impidiendo avanzar de forma decidida hacia un futuro que otros países de nuestro entorno han sabido trasegar y afrontar con empeño y visión.

Dentro de este contexto, en el ámbito de la salud y de la sanidad surgen nuevas cuestiones, ¿Preferimos quedarnos con aquello que nos dé la razón, con lo que estamos más de acuerdo independientemente de que los análisis rigurosos digan lo contrario? ¿Existe la noticia deseada? ¿Qué aspectos influyen más en la población a la hora de tomar partido? ¿Estamos “desprotegidos” en un escenario en el que las fuentes de información son tan diversas? ¿Cómo pueden los medios verificar la autenticidad de los datos? ¿Qué papel ocupan los profesionales sanitarios, los pacientes, sus asociaciones, las sociedades científicas y los colegios profesionales entre otros en la desmitificación de los mensajes que a veces obedecen a intereses no coincidentes con el interés general? A estas y otras muchas preguntas relacionadas hemos de saber dar respuesta urgente; en ello nos va la progresión o estancamiento de nuestro sistema sanitario, Pero, para hacerlo, primero hay que plantearlas y tratarlas de una forma multidisciplinar y abierta como es el objetivo de esta nueva iniciativa denominada IDIálogoS impulsada desde la Fundación IDIS.

En general los problemas no residen en quienes aportan soluciones que se pueden adoptar o no, sino más bien en aquellos que están empeñados en mantener sus intereses por encima de los de los ciudadanos que somos quienes con nuestros impuestos afrontamos el coste de todos los servicios públicos y por ende el de todos los que los gestionan.

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