Acabamos de clausurar la ‘Jornada de Innovación Biomédica en la Frontera 2020’ celebrada en HM Sanchinarro, organizada por la Fundación IDIS con la colaboración de Farmaindustria, Asebio y Fenin.
No es objetivo de estas breves líneas profundizar en los datos pormenorizados del informe, pero sí que es importante resaltar tres mensajes: la elevada capacitación de nuestros profesionales y centros para desarrollar cualquiera de las fases de investigación de un nuevo medicamento; la creciente importancia del sector de la sanidad privada en los procesos de investigación y el desarrollo a todos los niveles y frente a todos los grados de complejidad que la medicina plantea; y la incesante inversión en tecnología disruptiva y en capacidad tecnológica implantada en la sanidad privada.
Este contexto y esta realidad definen, sin duda, una mejora evidente en el pronóstico y resultados de todas nuestras actuaciones teniendo en cuanta que nuestro objetivo fundamental siempre es el propio paciente y su entorno social.
La innovación es el pilar fundamental sobre el que se sustenta el nuevo modelo de crecimiento económico, y cuanto más intensa y determinante es, más y mejores entornos de alta productividad y competitividad se generan en materia de conocimiento. Con esta realidad, la sanidad privada aporta un modelo de gestión de la innovación altamente competitivo y responsable, como lo demuestran los datos y resultados expuestos recientemente en el informe ‘Sanidad Privada: Aportando Valor 2016’.
En España disponemos de hospitales de referencia de naturaleza privada, altamente especializados en el manejo de pacientes, y de organizaciones como la Fundación IDIS que procuran generar un mayor empoderamiento del paciente, una mayor involucración del individuo en la gestión de su propia salud y, en este sentido, el ámbito de la investigación clínica es un buen ejemplo.
“Quien no apuesta por el futuro, no tiene futuro” afirman los expertos. De hecho, el reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) de ‘Políticas fiscales para la innovación y el crecimiento’ advierte taxativamente que “los gobiernos deberían hacer más por impulsar la I+D”. Por ello, según el FMI es necesario estimular el emprendimiento en todos los ámbitos de nuestro tejido industrial mediante el establecimiento de nuevos y mayores incentivos.
Es cuando menos llamativo observar cómo en nuestro país las palabras a veces ocultan una realidad, el diferencial respecto a nuestro PIB en comparación con los países de nuestro entorno dedicado a esta materia. La I+D en nuestro país desde luego que todavía no ha encontrado en los Presupuestos Generales del Estado el rango que merecería.
Según refleja el índice de innovación Altrán (un índice sintético de innovación, ciencia y tecnología que representa el potencial innovador y tecnológico de los países de la Unión Europea), España una vez más no está precisamente en una posición de liderazgo en esta materia puesto que como país nos encontramos en el puesto 16 en Inversión en I+D con cifras del 1.24 por ciento del PIB (según publicaba recientemente el diario El País, “los presupuestos en I+D para 2016 solo han subido un 0,36 por ciento”). Estas cifras todavía sitúan a nuestro país entre los de capacidad de innovación baja en este indicador, una situación similar a la de Portugal y estando por delante tan solo de Italia, Lituania, Polonia, Eslovaquia, Grecia, Bulgaria, Letonia y Rumanía.
Este ranking lo lideran países de alto potencial innovador como son Suecia, Finlandia o Dinamarca, con más del 3 por ciento y, en el rango 2-3 por ciento, Alemania, Austria, Islandia, Bélgica o Francia (la media de toda la UE es del 2,01 por ciento).
Si tenemos en cuenta que otros países incluso superan el 3 por ciento de su PIB en inversiones en I+D podemos comprender que nos encontramos todavía muy alejados de esa posición de liderazgo que España precisa en esta materia clave y determinante para el cambio de modelo económico por el que tantos abogamos y del que tan necesitados estamos.
Centrándonos en nuestro sector, si queremos aumentar la calidad y la esperanza de vida de los ciudadanos, es necesario innovar e introducir las innovaciones en el sistema sanitario dotándolo a su vez de calidad, eficiencia y resultados.
Para conseguir alcanzar este objetivo es necesario estimular el emprendimiento y la innovación en todos los ámbitos del sector salud mediante el establecimiento de nuevos y mayores incentivos y a través de un pacto por la innovación que involucre a todos los agentes implicados en pos de la eficiencia, el buen uso de todos los recursos disponibles y en beneficio del paciente.
La inversión precisa además de escenarios estables y predecibles en los que se puedan plantear y abordar proyectos de futuro. Por ello, es fundamental reconocer todo el esfuerzo que supone la tarea de emprender e impulsar proyectos e iniciativas innovadoras en contextos como el de la salud que exige tantos sacrificios. Es este un tema cultural que debería estar impreso no solo en nuestra sociedad, sino también y muy especialmente en aquellos que determinan el destino de las diferentes partidas presupuestarias incluidas en los Presupuestos Generales del Estado.
Por otro lado, se echa de menos un análisis más técnico que político de los problemas que afectan al sector en esta materia con búsqueda de soluciones cualificadas y sustentadas en experiencias y realidades contrastadas como las expresadas. Para ello una mayor confianza y compromiso a la hora de identificar sinergias y un impulso decidido a los modelos de colaboración pueden sentar las bases de una nueva dinámica en un sistema sanitario necesitado de ser adecuado a la realidad social y demográfica actual.
Por último, y no por ello menos importante, el estímulo a la internacionalización de España a través de la innovación en materia de salud y Sanidad es también un elemento central si queremos mejorar nuestra competitividad en materia de I+D y por lo tanto dotar a las nuevas generaciones de un futuro mejor.
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