Recientemente, la nueva ministra de Sanidad, Ana Mato, afirmaba que “el envejecimiento de la población española es un desafío, que requerirá acometer reformas que permitan garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones, el sistema sanitario y el sistema social”. Al hilo de esta afirmación, quisiera aprovechar para poner en valor el papel tan decisivo que desempeña la sanidad privada para descargar la presión asistencial y financiera que sufre el sistema público de salud y, sobre todo, el papel que, sin duda, va a desempeñar en el futuro, ya que, casi con toda seguridad será uno de los pilares sobre los que se asentará esa sostenibilidad del sistema sanitario de que hablaba la ministra.

De hecho, como decía, ya lo está haciendo. Según datos de IDIS, los siete millones de usuarios de la sanidad privada no consumen recursos de la sanidad pública o lo hacen parcialmente, lo que supone una liberación de recursos sanitarios para el sistema que se estima en 1.500 euros por persona y año, dato nada baladí, y que ha de animar a nuestros gestores públicos a promover la integración y la complementariedad del sector privado con el público, así como a aprovechar las sinergias entre ambos en beneficio de todos los ciudadanos.

Asimismo, es de justicia reconocer que en las últimas décadas, se ha conseguido desarrollar en España un sistema sanitario privado de máximo nivel que se encuentra por derecho propio entre los más avanzados de Europa. Un sistema que ha apostado por la calidad y la innovación como sus principales ejes, y que a fecha de hoy, es para muchos españoles, una alternativa asequible, eficiente y segura a la sanidad pública. Ello sin olvidar que, además, es un importantísimo motor para la economía nacional y un potente generador de empleo.

Las compañías privadas hemos desarrollado una oferta de calidad, muy competitiva, al alcance de un espectro social cada vez más amplio. Cubrimos todas las especialidades, incluidas las más complicadas y costosas, y contamos entre nuestros especialistas a los mejores médicos y profesionales sanitarios, así como las clínicas y centros más avanzados. Hemos sabido responder a la crisis ofreciendo soluciones y productos que se adaptasen a la difícil situación que están sufriendo las familias españolas y hemos mantenido siempre la mano tendida para colaborar y complementar a la sanidad pública.

Es evidente que el aumento de la esperanza de vida es uno de los grandes logros del siglo XXI, pero a su vez, lleva aparejadas una serie de exigencias cada vez mayores y más complicadas de cubrir por una sanidad pública acuciada por la masificación y asfixiada por una de las crisis más virulentas que se recuerda.

Por ello, es el momento que la sanidad privada de un paso al frente, y ponga en valor, como señalaba al inicio, su importante aportación al sostenimiento del sistema público de sanidad y a la consolidación del Estado del Bienestar.

El mantenimiento de dos sistemas sanitarios que no trabajen por converger en los aspectos comunes de accesibilidad, servicio al paciente e incorporación de nuevas tecnologías más eficientes será insostenible en un futuro muy cercano, si no lo es ya. Los problemas no se solucionan manteniendo etiquetas ideológicas o situaciones enfrentadas entre lo público y lo privado, sino aportando reglas de competitividad basadas en el buen hacer y gestión adecuada de los recursos existentes.

El usuario, tiene mucho que decir en este sistema, representando un papel protagonista y usando racionalmente los servicios puestos a su disposición y obteniendo respuesta y atención adecuada a sus problemas o expectativas sobre su salud.

Se suele decir que los nuevos tiempos, exigen nuevas fórmulas, quizá por ello, sea el momento de apostar más que nunca por la complementariedad y el aprovechamiento de sinergias entre ambos ámbitos.