Garantizar al paciente la máxima seguridad en los procesos asistenciales se ha convertido en una prioridad para los sistemas sanitarios. España, en línea con las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya cuenta con una larga trayectoria de trabajo en este sentido, perfectamente definida en la ‘Estrategia Seguridad del Paciente 2015-2020’, elaborada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Pero, a pesar de los grandes avances conseguidos, aún queda mucho camino por recorrer, camino que ni España ni ningún otro país puede andar en solitario.
Leticia Moral, directora de Asistencia, Calidad e Innovación del Grupo Quirónsalud.
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Alcanzar la excelencia requiere de la colaboración internacional para avanzar aprendiendo de otras experiencias y del conocimiento generado. Tal y como defendió el profesor Charles Vincent, de la Universidad de Oxford, durante el III Seminario Internacional de Seguridad del Paciente y Excelencia Clínica organizado el pasado mes de abril por Quirónsalud, “es esencial analizar cómo la seguridad se desarrolla en distintos contextos y poder gestionarla desde una visión estratégica y práctica que pueda manejarse a lo largo del tiempo”.
Alcanzado el consenso sobre la colaboración internacional, el siguiente paso es analizar cuáles son las cuestiones clave que debemos afrontar de forma integrada y coordinada. Éstas se encuentran a todos los niveles del engranaje sanitario. Una de ellas es la estructuración y conocimiento en materia de calidad y seguridad dentro de los propios hospitales. Los datos de la OMS no dejan lugar a duda de la posibilidad de mejora al respecto: Se estima que en los países desarrollados hasta uno de cada diez pacientes sufre algún efecto adverso durante su estancia en el hospital. Estudios internacionales demuestran que hasta el 43,5 por ciento podrían haberse prevenido.
En muchas ocasiones estas complicaciones son evitables con sencillas medidas que faciliten que la información fluya, en las que mejorar la formación sanitaria del personal e integrar el conocimiento en las rutinas de trabajo diarias son aspectos relevantes. En Quirónsalud hemos comprobado que disponer una Estrategia de Seguridad del Paciente común a todos nuestros hospitales es positivo para el profesional, que interioriza la relevancia de la seguridad, pero, principalmente, para la salud del paciente, el principal beneficiado.
Pero todas las estrategias carecen de sentido si no definimos métricas que nos permitan monitorizar su eficacia y eficiencia. Contar con sistemas estandarizados de medición, y evaluación contribuye a una mejor calidad asistencial, pero también tiene un impacto positivo sobre el uso de los recursos. Las herramientas utilizadas se basan en el benchmarking, la transparencia, el afán por la mejora y la búsqueda de la excelencia.
En este camino hacia la seguridad y la excelencia, otro aspecto que debemos gestionar, y que en nuestro país se contrapone al proceder cultural, es la visión que tenemos del error. Por mucho que busquemos nuevas vías para promover la calidad asistencial, poco se puede hacer sin la confianza de los profesionales en un sistema que no castigue el error –tan arraigado en España-, sino que lo entienda como una oportunidad de mejora, como la posibilidad de identificar un problema que requiere una solución para evitar que los acontecimiento adversos vuelvan a repetirse.
La ansiada seguridad del paciente, requisito previo para la excelencia en la atención sanitaria, requiere de un compromiso a todos los niveles. Desde el compromiso internacional de compartir experiencias hasta la responsabilidad de los hospitales y corporaciones hospitalarias para establecer estrategias medibles y evaluables, que incluyan que cada uno de los profesionales interiorice la filosofía de la seguridad y la lleve a la práctica con su actitud y sus hechos. Solo así conseguiremos que la salud del paciente sea el verdadero centro del sistema sanitario.
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