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Viernes, 14 de marzo de 2014   |  Número 57
EDITORIAL
Aprovechar al máximo todos los recursos disponibles por el bien del paciente y de la sociedad

La sanidad privada es una realidad cuantitativa y cualitativa en nuestro país, al igual que lo es en el resto de los países de nuestro entorno. En España representa el 3,2% del PIB añadiendo al gasto sanitario privado el gasto público con la provisión privada (el peso de la actividad concertada en centros privados se estima en el 24% de la actividad total). Esto supone aproximadamente 34.238 millones de euros, siendo uno de los primeros países del espacio geográfico europeo donde este sector tiene un mayor grado de penetración aportando los mayores estándares de calidad reconocidos por una multiplicidad de procedimientos, certificaciones y normas internacionales.

Eso es así porque 7,1 millones de personas mantienen una dualidad de aseguramiento, público y privado, y más de dos millones de funcionarios están adscritos a entidades de mutualismo administrativo como MUFACE, MUGEJU e ISFAS. Todos ellos, es decir los más de diez millones de españoles, descargan a la sanidad pública no solo en forma de recursos financieros sino también en términos de presión asistencial, es decir le dotan de mayor solvencia y sostenibilidad.

En España, la cobertura sanitaria es pública y prácticamente universal, lo que significa que la cobertura privada funciona como doble posibilidad para los ciudadanos que ya están cubiertos por el sistema público. En este modelo duplicado, los ciudadanos que tienen una cobertura sanitaria privada y optan por su  asistencia generan ahorro al SNS. Se estima que dicho ahorro generado por el seguro privado en 2013 se situaría entre 3.979 millones de euros y 8.737 millones de euros, aproximadamente.

Hay algunos datos que hablan por sí mismos en cuanto a la descongestión de la demanda en la sanidad pública y la reducción de sus listas de espera: 1.376.333 de intervenciones quirúrgicas, 1.189.891 de ingresos anuales, 12.281.605 de consultas y 5.433.226 de urgencias atendidas anualmente en centros privados. Son cifras más que relevantes que, junto al hecho de que el sector sanitario privado esté en posesión del 57% de las resonancias magnéticas, del 54% de los PET y del 36% de los TAC de todo el sistema sanitario, nos ayudan a hacernos una idea bastante fiel del enorme peso que la sanidad privada tiene y representa en nuestro país.

Por otro lado, los más de 253.000 profesionales que trabajan en la sanidad privada (54.000 son facultativos) aportan un elevado perfil profesional que lo transforman en dedicación a sus pacientes y familiares y en resultados de salud. Prueba de ello son los datos de los sucesivos estudio RESA (Resultados de Salud) en los que se pone de manifiesto no solo la calidad sino los excelentes resultados alcanzados en términos de morbi-mortalidad en los diferentes servicios, algunos de ellos denominados de alta complejidad por la especialidad de que se trata (Neurocirugía, Cirugía cardiovascular, Oncología, Cirugía pediátrica, etc...).

En relación a los pacientes no hay indicador de medida mejor que el de su satisfacción, y esto es evaluado por IDIS en las sucesivas oleadas del Barómetro de la Sanidad privada, cuya principal conclusión general es que aproximadamente un 90% de las personas consultadas, todas ellas con dualidad de aseguramiento y conociendo por lo tanto perfectamente ambos sistemas, recomendarían la asistencia sanitaria privada. Como ratificación de ello cabe apuntar que en el colectivo de funcionarios cada año cerca también del 90% elige voluntariamente y se decanta por la asistencia sanidad privada.

Por todo ello ya va siendo hora de romper con los mitos que tratan de echar por tierra a un sector tan relevante, dinámico en todos los sentidos e innovador. Y es posible conseguirlo mediante lo que venimos haciendo de forma constante desde IDIS: huir de la demagogia y la pancarta aportando datos en forma de estudios elaborados que ratifican no solo la aportación de valor por parte de todo el sector en forma de su actividad sanitaria cotidiana, sino mediante cifras y gráficas que muestran la enorme apuesta que realiza la sanidad privada por la innovación, la investigación más disruptiva, la complejidad asistencial y la formación continuada de sus profesionales.

En definitiva, dicen algunas voces autorizadas que si no tuviéramos un sector privado como éste, no quedaría más remedio que inventarlo, ya que el sistema sanitario público se encuentra en una difícil situación de solvencia y estabilidad en cuanto a sus criterios fundacionales; universalidad, equidad, cohesión, acceso y financiación pública. La medida menos traumática para la población española sería cuidar por el buen nombre y reputación del sector privado, aprovechando sus sinergias y promoviendo la complementariedad y colaboración mutua de ambos sistemas. En definitiva, se hace bueno el objetivo fundacional de IDIS, que no es otro que estar dentro de un sistema sanitario único con doble aseguramiento y provisión que sean capaces de impulsar más sinergias, nuevos puntos de encuentro y busquen la complementariedad necesaria que evite duplicidades y despilfarros.

En pos de este objetivo, y a pesar de las dificultades, hemos de procurar encontrar líneas de trabajo común y nuevas formas de colaboración, tratando de aprovechar al máximo todos los recursos disponibles por el bien del paciente y de la sociedad, y no entrar a redundar en esfuerzos ni en desembolsos que en definitiva no benefician a nadie.

 

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