Martes, 21 de junio de 2022   |  Número 148
Un certero diagnóstico para establecer un tratamiento adecuado
Editorial

Universalidad, equidad y cohesión: estas tres palabras constituyen el epígrafe del proyecto de Ley que el Gobierno de España se ha propuesto tramitar en las Cortes con el objetivo, dicen, de “blindar la sanidad de titularidad pública”.

A estas alturas, con el nivel de conocimiento e información que todos tenemos por vivir inmersos en una sociedad de la información, la comunicación y el dato, y dadas la multiplicidad de herramientas y elementos de comunicación de los que disponemos, no es baladí pensar que un servicio básico como es la sanidad o la educación no se blindan en base a normativas, sino que se protegen haciéndolos eficientes, competitivos, bien gestionados, abiertos al establecimiento de sinergias con todos los agentes implicados, con resultados, con calidad y seguridad como parámetros esenciales y, sobre todo y especialmente, convenciendo cada día de su nivel de excelencia y oportunidad.

Se ha comprobado, y así ha sido expuesto por los expertos, que la gestión pública directa es lo más inadecuado para impulsar el dinamismo y la competitividad que requiere un sector tan complejo como el sanitario. Por ello, para garantizar el acceso, la equidad y la cohesión de nuestro sistema sanitario, es imprescindible contar con todos los recursos disponibles públicos y privados, máxime teniendo en cuenta que el 40% de los recursos sanitarios de nuestro país pertenecen al entorno de titularidad privada y que más del 30% de la actividad la viene desarrollando con un progresivo crecimiento.

En este contexto es anacrónico querer hacer prevalecer en base a normativa y legislación un sistema público de salud a todas luces ineficiente, con multiplicidad de problemas de acceso en formato de listas de espera, de equidad en el acceso a la tecnología y a medicamentos novedosos, de cohesión interterritorial, de estructura inadaptada a las necesidades actuales, de personal y recursos en general, tendente además al aislamiento y con una amplia diversidad que hace que dispongamos de 17 sistemas de salud diferentes para una población reducida en el contexto mundial, de algo más de 47 millones de españoles (pensemos que en términos de magnitud poblacional, España, es algo más grande que una ciudad como Tokio en Japón que tiene cerca de 40 millones de habitantes, Cantón en China con cerca de 33 millones o Shangai con cerca de 30).

Llegados al momento actual en el que la politización y el populismo están a la orden del día, es bueno y conveniente mirar a nuestros vecinos más desarrollados y con mejores resultados en términos de gestión sanitaria y aprender de sus virtudes y de sus errores y, como dicen los expertos, copiar y mejorar lo que ha demostrado resultados, no persistiendo en el error y la inadecuación a la evidencia que ofrecen los tiempos y mucho menos hacerlo por dogmatismo con lo que ello conlleva en detrimento del pragmatismo y el don de la oportunidad y la conveniencia.

Nuestro Sistema Nacional de Salud, que es de todos, los que tienen doble aseguramiento y provisión y los que no, de los más de 47 millones de españoles, está pasando por momentos muy complicados y comprometidos derivados de su creciente inadecuación a las necesidades reales, lo cual produce grandes ineficiencias; de su escasa flexibilidad; de su rechazo a estrategias que traten de establecer sinergias con el entorno privado; de sus grandes limitaciones estructurales y de gobernanza; y de las circunstancias que hacen que vayamos a un envejecimiento progresivo poblacional con lo que ello conlleva en términos de cronicidad y consumo creciente de recursos derivados de la exponencial demanda asistencial, por no hablar de las novedosas formas de enfermar, con patologías infecciosas como las emergentes zoonosis o los procesos no transmisibles.

Para procurar un acertado tratamiento, sin duda que, lo más importante es elaborar un certero diagnóstico y tomando al Sistema Nacional de Salud como paciente grave, lo más adecuado es evaluarlo y para ello nada mejor que realizar una auditoría de su situación, conocer sus constantes vitales, su histórico en términos de achaques y establecer un diagnóstico a partir de datos objetivos, rigurosos y transparentes. Esto nos llevaría a implantar un tratamiento específico y personalizado para la realidad y contexto actual y venidero de nuestro país, y por supuesto un pronóstico para las diferentes alternativas que se puedan plantear derivadas del citado análisis.

Pero, como en tantas ocasiones, se empieza la casa por la ventana, nos olvidamos de establecer buenos mimbres y cimientos y hasta las cuestiones más relevantes como es el caso de la sanidad termina siendo abordada con una estrategia de parches, cuyo final suele ser el del fracaso a medio y largo plazo, e incluso a corto, si es que nos empecinamos en aplicar soluciones y remedios cuyo resultado es siempre el mismo, mayor presión asistencial, mayor presión financiera, mayor inadecuación, mayor desmotivación de quienes son la pieza clave, los profesionales sanitarios, y mayor incertidumbre y preocupación en el paciente en particular y en la sociedad en su conjunto en general.

En la era de la comunicación y la escucha atenta y activa, los responsables del diseño y aprobación de medidas deberían escuchar con atención a la población y atender sus demandas. Cuando la encuesta de la Fundación IDIS elaborada por Sigma Dos sobre percepción del sistema sanitario presentada hace solo unos días, señala que el 95,2% de los encuestados considera importante que el Gobierno incremente la financiación de la sanidad, que un 94,9% ve muy necesario, bastante necesario o necesario que exista colaboración entre sectores y que el 96,4% de la población considera esencial que exista equidad de acceso a pruebas diagnósticas, tratamientos y terapias novedosas independientemente de las circunstancias y del territorio en que se viva, es importante tomar nota y ponerse manos a la obra. De igual forma, los datos de la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) corrobora que el 83% de los españoles ve urgente implantar reformas sanitarias para reforzar el Sistema Nacional de Salud. Esa es la realidad a la que debe prestarse atención y no otra.

Una estrategia integradora, no excluyente, que articule el uso de la tecnología digital como soporte clave del hecho asistencial, una promoción de aspectos tan importantes como el de la continuidad asistencial en todo el sistema sanitario y sociosanitario con participación de todos los profesionales que tienen que ver con el seguimiento y monitorización de cada paciente (biografía digital de salud), y el impulso de la competitividad profesional e intercentros en el sistema basada en la mejora continua y el estímulo que supone lograr los mejores resultados sanitarios y de salud obtenidos contando con la experiencia perceptiva del paciente como uno de los indicadores fundamentales de medida forman parte de la clave de bóveda para sostener un sistema sanitario pujante que facilite la libre elección y mire con determinación al presente y al futuro.

En definitiva, es urgente pasar la página del discurso demagógico que no aporta, y ver en el sector privado un aliado estratégico cada vez más imprescindible para atender las necesidades de la población. No parece justo que, después del papel que la sanidad ha jugado durante la pandemia, se mantenga el mismo argumentario que antes.

Desde la Fundación IDIS consideramos que la burbuja de la politización en la sanidad no hace más que dificultar una solución eficaz de los problemas, cuando lo importante e imprescindible es sumar voluntades y multiplicar esfuerzos, con una estrategia consensuada, y sinérgica.

 

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