Se cumplen ahora dos años desde que la Conselleria de Sanitat de la Comunitat Valenciana decidiera dar carpetazo al modelo de gestión indirecta en La Ribera. Dos años en los que la gestión directa tradicional marca el camino de Alzira. Dos años en los que los más elementales pronósticos de cualquier iniciado en gestión sanitaria se han hecho realidad: Alzira puede decir que ha alcanzado los resultados asistenciales que tienen los demás departamentos de su entorno. Ya tiene más lista de espera quirúrgica, ya privatiza miles de pruebas diagnósticas, ya paga más por sus facturas, ya tiene un 40% más de profesionales (sí, han leído bien, más de 800 nuevos profesionales), ya ha multiplicado sus cargos directivos con sus correspondientes despachos. Viniendo desde muy arriba, Alzira ya es igual que todos.
Nadie esperaba otra cosa, sencillamente porque la reversión de La Ribera nunca fue una prioridad sanitaria ni asistencial. Nadie en su sano juicio hubiera cambiado en su casa a un administrador que obtenía mejores resultados que los demás y, además, lo hacía ahorrando más de un 25% de la cuenta. Pero el dinero público, que es de todos y de nadie, a veces sirve para pagar ocurrencias políticas, y en este caso, la tranquilidad ideológica de aquellos efímeros dirigentes que consumaron la reversión nos cuesta a todos, cada año, más de 70M€ extra. Sí, porque con ese dinero no estamos pagando mejor atención sanitaria, ni mejorando la accesibilidad, ni ofreciendo nuevos servicios asistenciales; estamos pagando el que ciertos dirigentes políticos se sientan reconfortados con su rancio y mal entendido progresismo. Nos hubiera salido mucho más barato que tomaran diazepam.
Ya dije alguna vez que el modelo de concesiones sanitarias es un auténtico laboratorio viviente. Después de veinte años deberíamos tener suficientes datos para hacer un análisis serio e independiente que permitiera comparar diferentes maneras de hacer las cosas. Además, dos años después, tenemos en exclusiva la joya de la corona: la experiencia de una reversión desde la gestión indirecta hacia directa. Un caso de estudio. De hecho, la Universidad de Harvard, que ya estudió el modelo Alzira como caso de éxito para sus alumnos, quiere preparar el caso con los datos actuales. Analicemos pues y tomemos decisiones, pero sirva esta primera hipótesis: si 2.800 profesionales consiguen ahora peores resultados que los que se conseguían dos años antes con solo 2.000, esto no es precisamente un caso de éxito.
Pero no será tan sencillo. Sabemos por los medios que los dirigentes sanitarios insisten en seguir el camino de las reversiones y, de nuevo, lejos de mostrar resultados que justifiquen un cambio, nos demuestran que siguen sin pensar en las prioridades sanitarias de los ciudadanos y se centran otra vez en su propio confort: lo único que les inquieta es que los futuros profesionales subrogados no les den los mismos problemas que actualmente tienen después de la desastrosa gestión de Alzira.
Definitivamente esto no va de derechas o izquierdas, sino de expertos sanitarios, porque es la sanidad pública la que está en juego y necesitamos encontrar soluciones para que nuestros hijos, la puedan seguir disfrutando como la disfrutamos nosotros. No podemos seguir aumentando los presupuestos sanitarios cada año para costear ocurrencias. A la sanidad pública se la defiende buscando nuevos enfoques más sostenibles y modelos de gestión que sean capaces de ofrecer innovación. Están ahí, pero ya sabemos aquello de la piedra y tropezar no sé cuántas veces.