La inteligencia artificial (IA) no cabe ninguna duda que nos abre puertas hacia mundos que todavía no somos capaces ni de imaginar en el ámbito y en el entorno que sea. La robótica cognitiva, la robótica aplicada a procedimientos, procesos e intervenciones, la ciencia de los datos con todo lo que puede llegar a significar la búsqueda de evidencia científica para la toma de decisiones, la biometría y otras tantas aplicaciones no hacen sino ser la llave de un cambio de modelo, quizás uno de los más relevantes en el ámbito de la medicina.
El 95% de las empresas españolas consideran que la IA les permitirá optimizar sus operaciones. |
Los ejemplos hoy son ya muy dispares pero lo que sí es cierto es que cada vez más organizaciones, centros, empresas e instituciones están implantando o desarrollando iniciativas en este ámbito que sin duda buscan una medicina mucho más personalizada, precisa, predictiva, participativa, poblacional y preventiva que la que hemos podido conocer hasta el momento, teniendo muy en cuenta que la medicina actual nos ha llevado a estándares de esperanza y calidad de vida difíciles de imaginar hace tan solo algunas décadas.
Sea como sea lo cierto es que en breve se pueden hacer ciertas las palabras de Berci Meskó, director del Medical Futuris Institute: “Artificial intelligence will not replace doctors. But doctors who use artificial intelligence will replace those who don’t” o lo que es lo mismo: “La Inteligencia artificial no sustituirá a los médicos. Sin embargo, los médicos que utilizan la inteligencia artificial sustituirán a los que no lo hacen”.
Vivimos en estos momentos inmersos en la denominada cuarta revolución industrial caracterizada por la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas, que sin duda han de cambiar el mundo tal y como lo conocemos. Quién nos iba a decir hace tan solo unos años que uno de los mayores bancos del mundo no iba a tener oficina alguna abierta al público o que las mayores agencias de viajes se encuentran en internet, o que las más modernas empresas de transporte de viajeros no tendrían vehículos propios, o que la mayor empresa de servicios y venta de productos no iba a tener establecimientos en calle, o que íbamos a viajar en trenes sin conductor como en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid, o en coches autónomos como en el aeropuerto de Heathrow, o que la mayor parte de las transacciones financieras las íbamos a realizar con un simple “smartphone”, por no hablar de la revolución que va a suponer la impresión 3D, la holografía, los proyectos derivados de la genómica funcional, otros como el “Ávatar” o la medicina no presencial asistida por la robótica y la realidad virtual, y de tantos y tantos ejemplos que hoy son habituales, fruto de la era digital en la que nos encontramos inmersos. Como dicen los gurús en esta materia “vivimos en la prehistoria de la era digital” y por lo tanto “lo mejor está todavía por venir”.
A este “tsunami” de conocimiento y de herramientas digitales de todo tipo le podremos poner tantas pegas y reticencias como deseemos pero lo que está claro es que la resistencia al cambio, la incapacidad de adaptación, la falta de flexibilidad y el hecho de intentar poner puertas al campo nunca han sido buenas consejeras, entre otras cosas porque al final los hechos se imponen a los deseos, y en este caso el hecho más relevante es que la transformación digital ya es una realidad y aquel que no sea capaz de verlo como una oportunidad y no trate de liderar este cambio sustancial y diferencial estará abocado a perder una competitividad imprescindible y a perder su posicionamiento en un mercado cada vez más complejo, vertiginoso y cambiante hablando en términos globales y no puramente crematísticos.
Los últimos informes publicados al respecto como el desarrollado por PriceWaterhouse Coopers y Microsoft apuntan en el sector de la salud y la sanidad a que la inteligencia artificial va a tener un impacto de carácter estratégico en las organizaciones, instituciones y empresas independientemente de su personalidad jurídica. Este aspecto va a conllevar, sin duda, inversiones acordes con la importancia del cambio pero, como toda inversión, su rentabilidad va a estar garantizada en términos de eficiencia y efectividad.
Un aspecto importante que también auguran los expertos es que la inteligencia artificial va a suponer un cambio importante en las estructuras organizativas y en los procesos y procedimientos abordados por las diferentes organizaciones asistenciales o no. Una cifra más que elocuente es que en el año 2030 el impacto de esta tecnología puede suponer un crecimiento del 14% del PIB mundial.
Un tema a abordar va a ser el de la necesaria transformación de los puestos de trabajo sustentada en procesos de formación exhaustivos en esta materia, así como el de la retención y captación de talento. Hasta que las organizaciones no dispongan de un “pool” propio suficientemente preparado sin duda que el mercado se nutrirá de la externalización de servicios o la contratación de expertos “freelance”.
En cuanto al carácter aplicativo algunas de las novedades que están aflorando en el ámbito sanitario se encuentran los robots que detectan y diagnostican precozmente enfermedades, aplicaciones que proponen recomendaciones y cuidados personalizados en base a una monitorización constante del paciente, servicios y asistentes virtuales que informan y solventan dudas (Chatbots), cirugía robotizada, asistencia administrativa, detección del fraude así como en otros entornos apuntados en este caso por el “Nesta Health Lab”, como la preselección antes de solicitar atención médica para una atención temprana, aplicaciones para compartir problemas de salud comunes, sistemas de alerta temprana en base a una monitorización precisa, segundas opiniones médicas, reclutamiento de pacientes en procesos de investigación clínica, estudios y análisis de carácter científico, etc.
La inteligencia artificial puede prestar un gran servicio a la sanidad, por lo que no debería retrasarse su incorporación a las instituciones sanitarias públicas y privadas. Por ello, es necesario, por un lado, el compromiso de todos los agentes implicados para liderar un área de presente y futuro clave para el desarrollo y, por otro, que resulta fundamental compartir conocimiento entre sectores para avanzar más rápidamente: en lugar de arrancar permanentemente proyectos que otros están desarrollando de manera similar, sería más eficaz unir esfuerzos, aprovechando recursos. De esa forma se agilizaría la obtención de resultados y, en el caso del sector sanitario, la mejora en la atención del paciente (tanto en el ámbito administrativo como asistencial). Esto lleva a defender de nuevo la necesaria interoperabilidad en el sector sanitario, que permitiría mejorar la accesibilidad del paciente a su información clínica, el aumento de la corresponsabilidad, la continuidad asistencial, y la seguridad y movilidad del paciente.
Por ello, además de la comunicación entre sectores y del establecimiento de sinergias, dentro del propio entorno sanitario debería establecerse un trasvase de información entre todos los centros que trabajen con ella para aprender unos de otros, conocer resultados y para que los menos receptivos puedan observar la gran utilidad de la inteligencia artificial en la medicina. Además, uno de los puntos fuertes del sector sanitario es que dispone de grandes bases de datos que pueden servir para que la inteligencia artificial funcione de la manera óptima y lo más eficazmente posible. Para minimizar riesgos y, sobre todo temores en relación a la adaptación al cambio, es fundamental crear alianzas y equipos, de tal manera que se tenga información precisa sobre lo que se puede hacer y no hacer.