De manera general, las enfermedades cardiovasculares constituyen, en Euskadi, la primera causa de mortalidad en mujeres, casi una de cada cuatro en este grupo de población fallece por este motivo, siendo ligeramente mayor su nivel que entre los hombres.
Con el objetivo de hacer frente a esta importante amenaza para la salud, la Dra. Ainhoa Rubio, cardióloga de la Clínica IMQ Zorrotzaurre, recuerda que «el estilo de vida actual, urbano, sedentario y con alimentación hipercalórica, favorece la incidencia de las enfermedades cardiovasculares».
Según explica, «la mejor forma de prevenir la enfermedad cardiovascular es promover un estilo de vida saludable, asociado en ocasiones a la utilización de algunos fármacos que ayuden a tratar los distintos factores de riesgo cardiovascular».
Para controlar el riesgo cardiovascular, los especialistas abogan por realizar «un estudio sistemático del riesgo cardiovascular de a partir de los 40 años en hombres y a partir de los 50 años en mujeres; y repetir dicho estudio cada cinco años al menos». En el sistema sanitario de Euskadi, el cribado o estudio generalizado de los factores de riesgo cardiovascular en la población se hace de forma generalizada por parte del médico de familia o especialista consultado.
La especialista de IMQ detalla que el estudio del riesgo cardiovascular «se realiza generalmente estimando el riesgo cardiovascular individual de la persona a 10 años, según unas tablas llamadas SCORE-2. En función de la edad, el sexo, la tensión, el hábito tabáquico y el colesterol del paciente se decide cuál es el riesgo y, por ende, el tratamiento indicado».
Factores de riesgo y factores favorecedores
Los factores de riesgo principales y modificables de las enfermedades cardiovasculares son la hipercolesterolemia, la tensión arterial elevada, el tabaquismo, la diabetes y la obesidad. Asociados a éstos existen otros ‘factores favorecedores’ de riesgo cardiovascular, como son factores genéticos o antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular, el sedentarismo, y el estrés psicológico.
Con respecto al estrés, la cardióloga de IMQ señala que «diferentes estudios demuestran que el estrés psicosocial, la soledad y los eventos vitales estresantes aumentan el riesgo cardiovascular. Por el contrario, la salud mental, la positividad y el tener propósitos en la vida disminuyen ese riesgo».
En cuanto al sedentarismo, otro gran enemigo de la salud cardiovascular, «es recomendable realizar al menos entre 150 y 300 minutos a la semana de ejercicio de intensidad moderada o entre 75 y 150 minutos a la semana de ejercicio vigoroso para reducir la mortalidad y morbilidad cardiovascular. En general se recomienda realizar ejercicio que nos haga disfrutar, tanto aeróbico (caminar, correr…) de forma frecuente, como algo de ejercicio de resistencia (ejercicios con pequeñas pesas) al menos dos días por semana», puntualiza. «Se considera ejercicio moderado aquel que te hace respirar más rápido pero puedes hablar mientras lo realizas y ejercicio vigoroso aquel que te hace respirar fuerte y no puedes conversar confortablemente mientras lo realizas».
Objetivos terapéuticos
Uno de los objetivos desde el punto de vista médico es que el paciente cumpla con los estilos de vida y el tratamiento pautados. En este sentido, existen tablas que estiman el beneficio en cuanto a años de vida ganados si se cumplen los tratamientos: dejar de fumar, bajar el colesterol y controlar el nivel de tensión arterial. Estas tablas son fáciles de comprender y se pueden compartir con los pacientes ya que «motivan en el cumplimiento del tratamiento».
Los objetivos del tratamiento se dirigen a actuar sobre los principales factores de riesgo cardiovascular: la hipercolesterolemia (lo ideal es que el colesterol total esté por debajo de 200 mg/dL), el hábito tabáquico (dejar de fumar completamente), la tensión arterial (el objetivo es que sea inferior a 140/90), la diabetes (mantener las cifras de glucosa inferior a 100 y hemoglobina glicosilada menor a 5,7) y la obesidad (lograr o estar cerca del normopeso, con un índice de masa corporal igual a 25 o menor). Estos objetivos pueden ser más estrictos aún en personas de más riesgo.
Tratamientos
El tratamiento, concluye la cardióloga de IMQ, «debe de ser individualizado y consensuado con el paciente, quien tiene que responsabilizarse de su cumplimiento y consensuar las pautas que va a seguir. Habitualmente el tratamiento es escalonado, empezando por cambios en su estilo de vida y continuando, en caso de que no sea suficiente, con un tratamiento farmacológico de menor intensidad o mayor intensidad, si el primero es insuficiente».