Hoy por hoy la mejor forma de avanzar en la equidad, cohesión y universalidad del sistema sanitario es alineándolo con los desarrollos que produce de forma creciente la ciencia y la tecnología en toda la expresión y amplitud del concepto y a su vez favoreciendo y facilitando el acceso a los mismos.
Somos ciudadanos que pertenecemos a una estructura supranacional que es la Unión Europea y para medir acertadamente nuestra situación actual en materia sanitaria no solo hay que mirar hacia dentro, es decir, hacia los 17 territorios autónomos, sino que hemos de prestar también atención a la situación de los países de nuestro entorno.
En este contexto de métricas y comparaciones para la mejora continua España sufre un enorme problema de acceso al sistema con listas de espera muy abultadas en el Sistema Nacional de Salud; listas de espera estructural que afectan tanto a las áreas de cirugía como a las de pruebas diagnósticas, consultas de especialidad y de atención primaria, todo ello sin nombrar a las áreas de urgencias que están también desbordadas.
Nos encontramos en plena estación estival y la carencia de profesionales es manifiesta, un problema que se va a agravar debido a la falta de previsión y estrategia adecuada también en esta materia de empleo, que nos lleva a una falta de facultativos y personal de enfermería capaces de generar cuellos de botella cada vez más estrechos con el consiguiente efecto en la calidad, en los resultados sanitarios y en la propia experiencia de paciente.
Pero además la insuficiencia financiera del sistema público de salud y las diferencias entre comunidades autónomas en cartera de servicios y en los recursos destinados a Sanidad nos lleva a situaciones de inequidad creciente, de tal forma que los ciudadanos sufrimos sus consecuencias con un factor de impacto variable dependiente de nuestro código postal.
Por otro lado, la disponibilidad en el mercado de nuevos medicamentos una vez autorizados por la Agencia Europea se ve retrasada y pospuesta sin saber bien el porqué respecto de otros países de nuestro entorno y la obsolescencia tecnológica en el SNS es cada vez un problema de mayor envergadura que, sin duda, afecta a los resultados obtenidos.
En definitiva, da la sensación de que para desviar la atención de la sociedad de los problemas reales y graves que aquejan al sistema de titularidad pública como los enunciados no han encontrado mejor forma que poner la carga de la prueba sobre lo que denominan de forma peyorativa privatización del sistema público de salud, incidiendo en lo inadecuado de la colaboración público-privada y poniendo el acento en los fondos exiguos destinados a la misma (0,7% del gasto sanitario), como si con ello se pudiera taponar la grave hemorragia de ineficiencias e insuficiencias concatenadas que sufre el sistema público de salud.
Desde la Fundación IDIS venimos advirtiendo y denunciando la creciente politización de la Sanidad y sus perversas consecuencias para todos cuando lo que es indispensable y de Perogrullo es arrimar el hombro sumando esfuerzos, voluntades y recursos en pos de la consecución de los mejores resultados sanitarios y de salud; utilizando todo lo disponible en estructuras y dotaciones, sin tener en cuenta la titularidad, y haciendo partícipes a todos los agentes implicados del sector de la gravedad de la situación para entre todos tratar de evitar el tsunami de ineficiencias e insuficiencias consecuencia en buena parte de aquellas.
Un ejemplo más: mucho se habla de la transformación digital del sistema, pero la realidad es que cuando se plantean proyectos tangibles de interoperabilidad y continuidad asistencial mediante estructuras informáticas interconectadas que permitan el acceso a toda la información sanitaria y de salud del paciente y mediante la génesis de una historia clínica uniforme y compatible, si no única, de tal forma que mejore la eficiencia del sistema, la seguridad del paciente y la calidad de su atención, solo son trabas las que salen al camino; de nuevo la bipolaridad ficticia e impuesta entre la vertiente pública y privada en materia de salud emerge como si de una constante matemática se tratara.
De esta forma y con esta consigna de tratar de denostar todo lo que suene a privado en materia sanitaria y de ensalzar a costa de lo que sea todo lo relacionado con la vertiente pública no vamos a otro lugar que no sea el del fracaso del sistema, un “knock out” que sufriremos todos los ciudadanos, puesto que no hemos de olvidar que el sistema público de salud es de todos y lo sufragamos todos los españoles, los que tienen doble aseguramiento y provisión y los que no.
El futuro es cicatero y quien no piensa en él termina por no tener futuro alguno: en estos momentos en los que el dato es esencial para el progreso de la rama de la ciencia que sea nos empeñamos solo en hablar de él, pero no de abordar estratégicamente la forma de aprovecharlo mediante las técnicas y modelos derivados de la ciencia del dato y de su estudio y análisis. De tal forma que el uso del Big Data, la Inteligencia Artificial o el blockchain, entre otros, no pueden extraer todo lo que podría ser un auténtico revulsivo para la investigación y la innovación biomédica, tecnológica y biotecnológica.
La cooperación privada- pública en materia de innovación digital también es esencial, tal y como demuestran los consorcios europeos de investigación sanitaria con paquetes de trabajo tecnológicos para la explotación de datos clínicos y epidemiológicos en los que aplica tecnologías de vanguardia como IA, big data, analítica avanzada, etc.
Entre algunos de los proyectos emblemáticos en su haber cabe destacar, en España, el desarrollo de la primera plataforma de explotación de datos clínicos y epidemiológicos (de su categoría), HEXIN, en un proyecto de colaboración público-privada con la Xunta de Galicia o la plataforma big data del proyecto MOPEAD para la detección precoz del Alzheimer. En Europa, actualmente la plataforma big data de la Alianza HARMONY para la investigación de cánceres hematológicos, la del proyecto OPTIMA, para cánceres de mama, próstata y pulmón y la del proyecto TARTAGLIA que trata de aprovechar los métodos criptográficos avanzados, que mantienen los datos de pacientes cifrados mientras se realizan todos los cómputos necesarios, asegurando así el equilibrio entre privacidad y la posibilidad de utilizar los datos sin exponerlos ni moverlos de las organizaciones, son ejemplos claros de todo lo que nuestro país puede aportar a la hora de diseñar y liderar el futuro.
No dejemos pasar la enorme oportunidad de que España se posicione en la vanguardia tecnológica y científica en materia de salud y sanidad y entre tanto multipliquemos esfuerzos y voluntades para poner remedio a todos los problemas que asolan a nuestro sistema público de salud. La unión hace la fuerza; y la segregación, separación y generación de fronteras y barreras tan solo son generadoras de decadencia en términos de resultados.