La aparición y propagación de bacterias resistentes a los antibióticos supone en la actualidad uno de los mayores problemas de salud pública a nivel mundial. Según el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC), anualmente, aproximadamente 33.000 personas fallecen en Europa (unas 3.000 de estas, en España) a causa de infecciones hospitalarias producidas por bacterias resistentes. Además, estas infecciones generan cada año a nivel europeo sobrecostes sanitarios de al menos 1.500 millones de euros. El uso excesivo o inadecuado de los antibióticos es una de las principales causas de aparición de resistencias.
Según recuerda Cristina Garay, farmacéutica de la Clínica IMQ Zorrotzaurre, el tratamiento de infecciones causadas por bacterias resistentes supone cada vez un mayor reto. Los antibióticos disponibles van perdiendo su efectividad, con lo que el inicio de un tratamiento adecuado puede verse retrasado provocando en el caso de los pacientes hospitalizados la aparición de complicaciones, peor pronóstico, prolongación de la hospitalización, mayores costes, efectos adversos más graves y peores resultados clínicos, e incluso la muerte. La aparición de bacterias multirresistentes (resistentes a varios antibióticos al mismo tiempo) conlleva una importante amenaza a la salud pública, ya que pueden incluso llegar a ser resistentes a todos los antibacterianos actualmente disponibles. La aparición de nuevos mecanismos de resistencia se extiende a escala internacional.
Por otra parte, en los últimos años son pocos los nuevos antibióticos descubiertos y comercializados. Todo ello podría llevar a una situación en la que infecciones que hoy en día son tratables volverían a ser potencialmente mortales, haciendo además inviable la realización de procedimientos médicos tan comunes hoy en día como los trasplantes de órganos y otros procedimientos quirúrgicos, o la administración de quimioterapia para el tratamiento del cáncer.
Los antibióticos son medicamentos utilizados para prevenir y tratar infecciones producidas por bacterias. Algunos causan la muerte bacteriana (antibióticos bactericidas), y otros inhiben su crecimiento (bacteriostáticos).
La resistencia bacteriana es la capacidad de las bacterias para adaptarse a los efectos de los antibióticos destinados a eliminarlas o controlarlas. Algunas bacterias son resistentes de forma natural a ciertos antibióticos (resistencia intrínseca), pero el mayor problema lo constituye la resistencia adquirida, que se produce como consecuencia de cambios que desarrollan las bacterias al verse expuestas a los antibióticos. Se trata generalmente de modificaciones genéticas (mutaciones y transferencias de genes) que pueden aparecer de forma natural con el tiempo y condicionan una pérdida de efectividad de los tratamientos y un aumento del riesgo de propagación y contagio a otras personas.
El uso excesivo (administración cuando no están indicados, como ocurre con la automedicación) o inadecuado de antibióticos (administración de un antibiótico no indicado para una infección concreta, incumplimiento del horario de administración o la dosis prescrita, o abandono del tratamiento antes de cumplir la duración indicada al notarse una mejoría en los síntomas) aceleran el proceso de generación de resistencias. Este fenómeno ocurre tanto en personas como en animales.
Todo esto conlleva la necesidad de utilizar nuevas alternativas de tratamiento antibiótico, que además generalmente serán más caras. La mayor duración de la enfermedad y del tratamiento, a menudo en el medio hospitalario, incrementa los costes de la atención sanitaria y la carga económica para la sociedad.
¿Qué podemos hacer para contribuir al uso prudente de los antibióticos?
Desde hace varios años se han venido poniendo en marcha estrategias (a nivel nacional, europeo y mundial) para la concienciación sobre el tema, la monitorización de las resistencias y la implementación de diversas medidas para reducir su aparición. La Asamblea Mundial de la Salud aprobó en 2015 un plan de acción mundial sobre la resistencia a los antimicrobianos.
A nivel individual, se deben tener en cuenta los siguientes puntos de cara a un uso responsable:
• Utilizar antibióticos solo bajo prescripción médica, cuando exista un diagnóstico previo de infección susceptible de tratamiento antibiótico (o prescripción veterinaria en el caso de los animales). Estos medicamentos solo son efectivos para el tratamiento de infecciones causadas por bacterias. No son activos frente a virus (como los que causan la gripe, el resfriado o el COVID-19) ni alivian el dolor ni la fiebre. Se escogerá el antibiótico más adecuado de acuerdo al tipo de infección y el patrón de resistencias de la zona correspondiente.
• Cumplir estrictamente la dosis y duración del tratamiento prescrito.
• Desechar los antibióticos sobrantes en el punto SIGRE disponible en las oficinas de farmacia para la recogida selectiva y posterior procesamiento de envases y restos de medicamentos; no deben guardarse ni compartirse con otras personas.
Otras recomendaciones para reducir el impacto de las resistencias a los antibióticos: estrategias de prevención y control de infecciones
• Lavarse las manos con frecuencia
• Practicar una buena higiene de los alimentos
• Evitar el contacto directo con personas enfermas
• Cumplir estrictamente el calendario vacunal
Debemos tener en cuenta que es responsabilidad de todos contribuir a mantener la efectividad de los antibióticos, haciendo un uso responsable de ellos.