Este año se han cumplido dos décadas desde que se empezase a conmemorar el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, tras su designación por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Precisamente, este organismo define al maltrato en las personas mayores como «un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza». Este maltrato puede adoptar diversas formas, como el maltrato físico, psíquico, emocional o sexual, y el abuso de confianza en cuestiones económicas. También puede ser resultado de una negligencia, sea esta intencional o no.
En un contexto de aumento constante de la población mayor, entidades especializadas en la atención sociosanitaria, como el grupo IMQ Igurco, se plantean un doble abordaje de este problema. Por un lado, mediante un nuevo modelo de atención a las personas mayores que pone a éstas y a sus familiares en el centro, siendo ambos quienes elaboran el plan de atención y vida de acuerdo con el equipo interdisciplinar de la residencia y su profesional de referencia. Y por otro, mediante la adopción de protocolos de prevención del maltrato y de cuidados centrados en la persona que garanticen su dignidad.
Potenciador del buen trato
Según explica Ainara Castaños, neuropsicóloga de la residencia IMQ Igurco José M.ª Azkuna, «la forma de trabajar de las organizaciones y sus profesionales está evolucionando hacia un modelo de atención potenciador del buen trato, que valora que cada persona es única independientemente de su estado de salud y edad, y por lo tanto, debe ser tratada desde su singularidad con intervenciones flexibles que se adapten a su bienestar subjetivo (lo que pensamos que es mejor para ellos no siempre lo es), siendo imprescindible conocer su trayectoria vital y vida cotidiana».
Lo sostenido por la experta no significa que hasta ahora no se haya trabajado desde la individualidad en los centros asistenciales, sino que «la toma de decisiones sobre los cuidados recaía principalmente en los profesionales, con objetivos e intervenciones más centrados en patologías, riesgos y déficits que en fortalezas y capacidades. Ahora es la propia persona, o la familia en su representación, quien elabora su plan de atención y vida de acuerdo con el equipo interdisciplinar y su profesional de referencia. La historia de vida de la persona mayor, sus preferencias y deseos, sus objetivos y expectativas han de ser el eje central de la atención que damos a las personas en las residencias», valora la neuropsicóloga.
Cuidados centrados en la persona y sin sujeciones
Estos potenciadores del buen trato pueden llegar a protocolizarse, como ocurre en el caso de la residencia IMQ Igurco Zorrozgoiti, centro acreditado bajo la Norma Libera-Care, de la Fundación Cuidados Dignos.
Tal y como explica María Urroz, directora de este centro, «es un modelo de cuidado creado en torno a la dignidad de la persona cuidada, válido para todos los niveles asistenciales y de intervención en el cuidado, y todas las especialidades, así como para todos los perfiles de personas dependientes cuidadas. Permite identificar, cuantificar y valorar los indicadores que la organización puede alcanzar mediante herramientas que la acercan a la atención o planificación centrada en la persona y sus relaciones, además del cuidado sin sujeciones, ni químicas ni físicas».
Según detalla la experta, «los profesionales del centro realizan estudios individualizados de cada residente, analizando las posibilidades físicas de cada persona, emitiendo un diagnóstico personalizado que garantice la seguridad, autonomía y dignidad de los usuarios, siguiendo con nuestro compromiso social con la humanización del cuidado de las personas. Estableciendo vínculos honestos y cercanos con los residentes y sus familiares, a la vez que fomentamos su participación activa en el cuidado de sus seres queridos».
Protocolos de prevención y detección
En IMQ Igurco se ha elaborado también un Protocolo de Prevención y Abordaje del Maltrato, cuyo objetivo es detectar posibles situaciones de maltrato físico, económico o derivado de la falta de atención en las necesidades básicas.
«El protocolo se activa si en el momento de valoración al ingreso de la persona mayor en IMQ Igurco o durante la estancia en un centro, el responsable de Trabajo Social tiene indicios de que la persona usuaria pueda estar expuesta a alguna situación de maltrato. A partir de ese momento, se realiza una observación de los factores de riesgo de maltrato físico y económico a través de un cuestionario de prevención. En caso de que puedan identificar dos o más factores de riesgo, las intervenciones a realizar se coordinan con el equipo multidisciplinar, consensuadas con la persona usuaria, y se comunican al Servicio Social de Base correspondiente. Asimismo, se realiza un cuestionario de detección para identificar el nivel de riesgo e intervenir en función del resultado. Una vez establecidas las pautas, se valora periódicamente el nivel de riesgo asociado para determinar la continuidad del procedimiento. El protocolo finaliza cuando no se detectan factores de riesgo y se haya garantizado la seguridad y el bienestar de la persona usuaria», concluye Irene Ruescas, trabajadora social de IMQ Igurco.