Diversas organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) lo tienen claro: «La resistencia a los antimicrobianos (RAM) es una amenaza para los seres humanos, los animales, las plantas y el medio ambiente. Nos afecta a todos. La lucha contra la resistencia a los antimicrobianos es un esfuerzo verdaderamente global y debe abordarse a través de un enfoque de One Health», apuntan.
Para frenarlo de manera efectiva, las organizaciones anteriores destacan que todos los sectores deben aunar esfuerzos y fomentar el uso prudente de los antimicrobianos, así como las medidas preventivas. «Fortalecer la prevención y el control de infecciones en los establecimientos de atención de la salud, las granjas y las instalaciones de la industria alimentaria, garantizar el acceso a vacunas, agua limpia, saneamiento e higiene, implementar las mejores prácticas en la producción de alimentos y agricultura y garantizar la gestión adecuada de los desechos y aguas residuales de las industrias relevantes son aspectos esenciales para reducir la necesidad de antimicrobianos y minimizar la aparición y transmisión de las resistencias a los antimicrobianos».
Grupo IMQ considera el uso prudente de los antibióticos, como un aspecto esencial de seguridad clínica de los pacientes y, más allá, de la salud general de la población y el medio ambiente.
Tal y como explica el Dr. Iván Cachorro, especialista en Medicina Interna de IMQ, «la resistencia bacteriana es la capacidad de las bacterias para adaptarse a los efectos de los antibióticos destinados a eliminarlas o controlarlas. Algunas bacterias son resistentes de forma natural a ciertos antibióticos (resistencia intrínseca), pero el mayor problema lo constituye la resistencia adquirida, que se produce como consecuencia de cambios que desarrollan las bacterias al verse expuestas a los antibióticos. Se trata generalmente de modificaciones genéticas (mutaciones y transferencias de genes) que pueden aparecer de forma natural con el tiempo y condicionan una pérdida de efectividad de los tratamientos y un aumento del riesgo de propagación y contagio a otras personas».
Así, desde IMQ ofrecen siete consejos para el uso prudente de los antibióticos:
• Utilizar antibióticos solo bajo prescripción médica, cuando exista un diagnóstico previo de infección susceptible de tratamiento antibiótico (o prescripción veterinaria en el caso de los animales). Estos medicamentos solo son efectivos para el tratamiento de infecciones causadas por bacterias. No son activos frente a virus (como los que causan la gripe, el resfriado o el COVID-19) ni alivian el dolor ni la fiebre. Se escogerá el antibiótico más adecuado de acuerdo al tipo de infección y el patrón de resistencias de la zona correspondiente.
• Cumplir estrictamente la dosis y duración del tratamiento prescrito.
• Desechar los antibióticos sobrantes en el punto SIGRE disponible en las oficinas de farmacia para la recogida selectiva y posterior procesamiento de envases y restos de medicamentos; no deben guardarse ni compartirse con otras personas.
• Lavarse las manos con frecuencia
• Practicar una buena higiene de los alimentos
• Evitar el contacto directo con personas enfermas
• Cumplir estrictamente el calendario vacunal
Las resistencias a los antimicrobianos matan
Según el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades, anualmente, aproximadamente 33.000 personas fallecen en Europa (unas 3.000 de estas, en España) a causa de infecciones hospitalarias producidas por bacterias resistentes. El uso excesivo o inadecuado de los antibióticos es una de las principales causas de aparición de resistencias. En 2019, 1,3 millones de muertes humanas se atribuyeron directamente a la RAM bacteriana.
«El uso excesivo (administración cuando no están indicados, como ocurre con la automedicación) o inadecuado de antibióticos (administración de un antibiótico no indicado para una infección concreta, incumplimiento del horario de administración o la dosis prescrita, o abandono del tratamiento antes de cumplir la duración indicada al notarse una mejoría en los síntomas) aceleran el proceso de generación de resistencias y ocurre tanto en personas como en animales», detalla el Dr. Cahorro.
«En ocasiones se tiende a utilizar, sin consultar con el médico, un antibiótico recetado previamente para otra enfermedad cuando se presentan síntomas similares; sin embargo, solo un médico puede determinar si la enfermedad actual requiere tratamiento antibiótico. Si el tratamiento no se cumple de forma estricta y no se eliminan todas las bacterias, aquellas que sobrevivan serán las menos sensibles al tratamiento, lo que llevará a la selección de cepas resistentes con el tiempo», añade el internista de IMQ.
Situación actual en Europa
Los últimos datos del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades muestran que, en cuanto a los niveles de resistencia a los antimicrobianos, más de la mitad de los aislamientos de Escherichia coli notificados al ECDC y más de un tercio de los aislamientos de Klebsiella pneumoniae eran resistentes al menos a un grupo de antimicrobianos bajo vigilancia, y era frecuente la resistencia combinada a varios grupos de antimicrobianos.
La resistencia a los carbapenémicos fue común en las especies de P. aeruginosa y Acinetobacter. También hubo una tendencia creciente en el porcentaje de cepas de E. faecium resistentes a la vancomicina en la Unión Europea, que aumentó del 11,6 % en 2016 al 16,8 % en 2020.
Tal y como destaca el organismo europeo, la resistencia a los antibióticos de última línea, como la vancomicina y los del grupo de los carbapenémicos, «sigue siendo un problema importante. Cuando estos antibióticos ya no son efectivos, existen opciones de tratamiento muy limitadas que pueden no funcionar en todas las situaciones, lo que a veces conduce a resultados fatales. La resistencia a los antibióticos de última línea también compromete la eficacia de las intervenciones médicas que salvan vidas, como el tratamiento del cáncer y el trasplante de órganos».