Se cumple un año desde que la Clínica IMQ Zorrotzaurre de Bilbao se haya convertido en el único centro de Euskadi que realiza, tanto en la red pública como en la privada, radiocirugía de malformaciones arteriovenosas. Tal y como destaca la doctora Alicia Olarte, del área de Oncología Radioterápica del Instituto Oncológico IMQ Bilbao, de la Clínica Zorrotzaurre, “según los datos de incidencia que se manejan y teniendo en cuenta la población total de Euskadi, podemos decir que se diagnostican aproximadamente entre 24 y 31 casos anuales de malformaciones arteriovenosas cerebrales”.
Las malformaciones arteriovenosas (MAV) cerebrales son lesiones congénitas originadas por la formación embrionaria anómala de los vasos sanguíneos, que producen una alteración en la circulación de la sangre y pueden ocasionar accidentes vasculares cerebrales con el paso del tiempo.
La radiocirugía, por su parte, es una técnica de radioterapia que permite administrar una dosis elevada de radiación ionizante en una sesión única, con alta precisión y evitando al máximo el riesgo de afectar a las estructuras adyacentes sanas. La radiocirugía está indicada principalmente en lesiones cerebrales de pequeño tamaño (menos de 3 o 4 cm), tanto benignas (malformaciones arteriovenosas, neurinomas, meningiomas) como malignas (metástasis cerebrales).
Según detalla la Dra. Olarte, “en el tratamiento de las malformaciones arteriovenosas cerebrales, la radiocirugía tiene como objetivo principal el cierre de los vasos sanguíneos anómalos que la componen y, como consecuencia, reducir o eliminar el riesgo de sangrado, mejorar o prevenir la sintomatología clínica y mantener o mejorar la calidad de vida del paciente”.
Cómo se manifiestan las malformaciones arteriovenosas
La mayoría de las malformaciones arteriovenosas cerebrales son asintomáticas y su diagnóstico es incidental, es decir, por otra causa. “No obstante, aproximadamente el 12% de las MAV se diagnostica por la sintomatología clínica asociada. Dentro de este porcentaje, la mayoría debuta con hemorragia, siendo el riesgo de mortalidad asociado del 10 al 15%. Le sigue la sintomatología neurológica, siendo la epilepsia la más frecuente, aunque también pueden existir síntomas neurológicos más específicos que dependen de la localización de la malformación dentro del cerebro (hemiparesia, afasia, cefalea…)”, explica la oncóloga de IMQ.
Diagnóstico
La mayor parte de los pacientes con malformaciones arteriovenosas se diagnostican entre la segunda y cuarta década de la vida. La técnica de imagen de elección para su diagnóstico “es la arteriografía cerebral, aunque de manera habitual se estudia al paciente con otras técnicas también útiles como son la tomografía axial computarizada (TAC) cerebral y la resonancia magnética (RMN) cerebral”.
Tratamiento
El manejo de las malformaciones arteriovenosas cerebrales es complejo; por ello es fundamental un enfoque multidisciplinar. “Las opciones terapéuticas que se plantean ante una MAV son la cirugía, realizada por los neurocirujanos; la embolización endovascular, efectuada por los radiólogos intervencionistas; y la radiocirugía que es llevada a cabo por los oncólogos radioterápicos. En algunos casos pueden combinarse las técnicas”, apunta la Dra. Olarte.
No obstante, la radiocirugía es el único tratamiento no invasivo de los tres posibles y cuenta con las menores tasas de morbilidad (8%) y mortalidad (0%), en contraste con las de la cirugía (8,6% y 3,3%, respectivamente) y la embolización endovascular (entre el 9 y el 22%, y entre el 0% y el 9%).
Ventajas de la radiocirugía
Según valora la oncóloga de IMQ, “la radiocirugía constituye un tratamiento muy confortable para el paciente. Su principal ventaja para el tratamiento de las malformaciones arteriovenosas cerebrales es que no tiene limitaciones objetivas, pudiéndose emplear cuando el resto de tratamientos están contraindicados. Ni el grado de Spetzler-Martin (escala para graduar el nivel de la MAV), ni el tamaño, ni la localización, ni los órganos de riesgo, ni la edad, ni los tratamientos previos con cirugía o embolización son impedimentos para realizar radiocirugía en pacientes con MAV”.
La mayor crítica de la radiocirugía frente los otros tratamientos es el tiempo que transcurre hasta la oclusión de la malformación arteriovenosa que, en tamaños medios, puede variar entre uno y tres años. No obstante, el riesgo de sangrado durante este periodo disminuye (1,8%) y los síntomas neurológicos mejoran progresivamente.