Más de 300 millones de personas sufren asma en el mundo. Se calcula que, en toda España, un 5% de la población, más de 2.300.000 personas, padece esta patología crónica de las vías respiratorias, de origen inflamatorio, y caracterizada por la limitación del flujo aéreo intrapulmonar. De ellos, entre un 5 y un 10% sufre asma grave. En el caso de la población pediátrica, la situación se hace, incluso, más problemática, ya que los estudios apuntan a una prevalencia del 11% en este colectivo.
La realidad epidemiológica de esta patología, paradigma de la enfermedad crónica, muestra que, lejos de ir disminuyendo, ha crecido en los últimos años. El manejo de la enfermedad asmática es, asimismo, un modelo de tratamiento integral en el que son claves tanto la atención por parte de los profesionales sanitarios, como la formación y participación del paciente para la gestión de su enfermedad.
Tal y como destaca la Dra. Isabel Urrutia Landa, neumóloga de IMQ, «el objetivo del médico en el tratamiento es mantener el control de la enfermedad. Es decir, que la persona no tenga síntomas y mantenga una función pulmonar buena, sin agudizaciones de la enfermedad. Para ello, la colaboración del paciente es esencial, para lo que es necesario un adecuado cumplimiento terapéutico. Es decir, que el paciente tome el tratamiento de base prescrito por el especialista aunque no presente síntomas».
Factores desencadenantes de síntomas de asma
La especialista también llama la atención con respecto a que «la ansiedad, el estrés y la depresión pueden desencadenar síntomas de asma. Es lo que se conoce como psicomorbilidad. Si el desencadenante de los síntomas es una causa psicológica, es necesario su abordaje multidisciplinar, también desde ese plano de la salud mental».
Un requisito para lograr un buen control de la enfermedad es «conocer y evitar los factores que pueden desencadenar una crisis asmática. Por ejemplo, hay muchas personas que son alérgicas al polen y a los ácaros. En estos casos, los pacientes asmáticos han de tratar de evitar al máximo posible la exposición ante estos alérgenos».
Otro factor desencadenante, según la neumóloga de IMQ, es el clima, «tal y como se pudo constatar hace unas semanas, con los episodios de polvo en suspensión, calima, procedente del desierto del Sáhara. E, igualmente, la contaminación ambiental. Está claramente constatado que los días en los que se registran picos de contaminación ambiental, las personas asmáticas acuden en mayor número a los servicios de urgencias y emplean con mayor frecuencia los tratamientos de rescate, prescritos para las crisis o agudizaciones de la enfermedad».
Otro ámbito de factores potencialmente desencadenantes de la enfermedad asmática es el laboral. «Se tienen identificadas más de 300 sustancias presentes en distintos ámbitos laborales que han sido catalogadas como factores potencialmente provocadores de crisis asmáticas. Profesiones como peluquero, panadero o pintor se ven afectados en algunos casos por la aparición de asma entre sus profesionales».
Las comorbilidades, es decir, la presencia en el paciente de otras enfermedades, además del asma, es otro factor de riesgo. «Patologías como la sinusitis, la rinosinusitis, los pólipos nasales, la enfermedad por reflujo gastroesofágico y la obesidad, por citar sólo algunas, se asocian con frecuencia a una mayor presencia de síntomas de asma».
Tratamiento
En lo relativo al abordaje terapéutico de los pacientes, el tratamiento de base «fundamental» es el corticoide inhalado. «Es el que evita que el asma empeore y que el paciente presente crisis frecuentes». En función de los síntomas que vaya presentando el paciente, los especialistas se valen de los fármacos broncodilatadores, que se suman al corticoide inhalado. «Los dispositivos, cada vez se van mejorando y es posible en algunos casos conjugar ambos tratamientos en el mismo dispositivo».
Para los tratamientos “de rescate”, que se emplean cuando los pacientes presentan crisis, «se pueden abordar en algunos casos con la misma medicación prescrita para el tratamiento de base, pero con dosis más elevadas, para esa crisis puntual, lo cual es un avance. Al margen de lo anterior, seguimos disponiendo de los clásicos broncodilatadores de acción rápida y corta duración».
Inmediatamente después del uso de los inhaladores, es conveniente enjuagarse la boca con agua para evitar efectos secundarios indeseados, como la afonía o la irritación en la garganta.
En las situaciones de asma grave, «se puede acudir, en casos seleccionados, al empleo de tratamientos biológicos, que se emplean en asma grave, según el fenotipo de la inflamación que presente el paciente. Son de uso hospitalario, se administran una vez al mes y su acción va dirigida a la causa que provoca la inflamación que, a su vez, da origen a la enfermedad asmática. La investigación en este campo se está desarrollando positivamente, lo que está permitiendo su extensión a nuevos tipos biológicos», concluye la neumóloga de IMQ.