Fue Ramón y Cajal quien dijo que lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia. Y es exactamente esto lo que parece que sucede con nuestro sistema sanitario una vez ha pasado la tormenta que nos asoló recientemente.
En vez de preguntarnos qué es lo que ha sucedido y por qué se nos ha colapsado nuestro sistema sanitario, uno de los indiscutibles pilares de una sociedad avanzada, unos se dedican a buscar culpables sin aportar claves para entender qué se ha hecho mal, y otros evitan las preguntas para no tener que dar respuestas. Pero más grave es que en vez de actuar como marca la ortodoxia científica, esto es, ante unos hechos analizar minuciosamente y sin precipitación las causas que lo produjeron, tratan de modificar el sistema sanitario levantando la bandera de lo público en detrimento de lo privado. Lo público como si fuera esto lo que nos ha salvado de la pandemia y lo privado en un afán de demonizar el legítimo y natural derecho de la libertad.
No nos ha salvado lo público, quien nos ha salvado es el excelente nivel humano y técnico del personal sanitario que, sin los medios que lo público debía haber previsto, se han dedicado de forma abnegada a su vocación: curar. Lo público ha fallado.
El caos, el desorden, la desorganización, la descoordinación han sido patentes. Pero esto tampoco nos debe llevar a caer en el error de pensar que el libre mercado actúe sin control ni límites.
La Sanidad es un derecho al que todos sin excepción deben acceder y por ello una sociedad que pretenda ser solidaria y avanzada deberá buscar un sistema que comprenda tanto lo público para garantizar el derecho universal de la salud como lo privado para que éste sea eficaz y eficiente.
Me llena de estupor ver cómo en estos días uno de los debates se centra en si debemos tener más sanidad pública o no. Quien defiende esta tesis se olvida que, sin la sanidad privada, escasamente desarrollada en nuestro país, el 20% de los afectados por coronavirus habría quedado sin atención. Y quien defiende más sanidad pública en lugar de un sistema sanitario sin adjetivos público o privado se olvida que un sistema íntegramente público no es más que un monopolio, y todos sabemos lo "buenos" que son los monopolios.
Volviendo al pensamiento de Ramón y Cajal, si no aprovechamos los errores que hemos cometido para corregir nuestro sistema, volveremos a pasar por lo mismo, tarde o temprano. Y es que como reza el dicho, el Hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.