A las puertas del verano, asistimos este año a una falta muy grave de planificación en cuanto a la previsión de profesionales sanitarios que deberían atendernos, a nosotros y a los miles de turistas que nos visitan cada año. Este año, el problema es más grave que nunca.
Lo cierto es que la falta de profesionales ha hecho que grandes hospitales en España anuncien que suspenderán su actividad quirúrgica programada todo el verano, que muchas regiones anuncien que no abrirán los centros de salud de las zonas turísticas o que solo atenderán pacientes algunos días con horarios limitados. ¡Como si ponerse enfermo pudiera programarse!
Estas medidas, lógicamente, tendrán repercusiones importantes, que afectarán sobre todo a la salud y el bienestar de los ciudadanos. Porque este problema de accesibilidad al sistema sanitario, con la consiguiente acumulación de pacientes en un menor número de centros sanitarios disponibles, aumentará las listas de espera. Como consecuencia, los pacientes llegarán en peores condiciones a la consulta y al diagnóstico, el tratamiento será más largo, costoso y con más secuelas para el paciente y, en definitiva, se habrá perjudicado seriamente a la atención sanitaria de calidad a la que nos hemos acostumbrado en los países más desarrollados, como España.
Creo que hay que tomarse la falta de profesionales sanitarios en España como un problema de salud pública. Y como ocurrió con la pandemia, se deben buscar soluciones entre todas las comunidades autónomas y el Gobierno central para que la calidad de la asistencia sanitaria no se vea afectada de manera tan grave. Los Ministerios de Educación y Sanidad tendrían que estar trabajando ya en un plan para aumentar progresivamente el número de plazas de Medicina en las universidades españolas, así como las de Médicos Internos Residentes (MIR), ajustando la oferta a la demanda de determinadas especialidades. Además, es necesario facilitar la convalidación de títulos con países extracomunitarios que acrediten una formación de calidad, diseñar programas profesionales que permitan la retención de talento y planificar con coherencia, sentido común y visión a medio plazo los recursos humanos de un servicio público tan esencial como es la Sanidad.
Parece mentira que en 2024 estemos hablando de un problema como este, cuando la escasez de profesionales se veía venir desde hace tiempo. Además, esta situación solo no va a ir a mejor, si no que se espera un empeoramiento, como consecuencia de la jubilación prevista de muchos profesionales, el aumento de la esperanza de vida de los ciudadanos, sus problemas de salud asociados a la edad, así como las enfermedades crónicas.
Es el momento de pedir a todos los responsables públicos que, igual que se supieron coordinar en la pandemia para facilitar la atención sanitaria a los ciudadanos ante una crisis de salud pública, trabajen juntos en la búsqueda de soluciones y la toma de decisiones para solucionar este problema de falta de profesionales que un país como España no se puede permitir. Y menos aún, cuando cada verano nos visitan 80 millones de personas.
No olvidemos, además, que el sector sanitario privado puede aportar valor y ayudar al sistema público, y que las nuevas tecnologías, con la atención en remoto como herramienta complementaria, pueden ser ayudas muy útiles.
Es muy importante plantear con urgencia soluciones, debatirlas y tomar soluciones, siempre sin prejuicios ni sectarismo. Porque no podemos permitir que haya pacientes que sufran por una mala gestión pública y política de la Sanidad.