Viernes, 31 de mayo de 2024   |  Número 169
La soledad que enferma
Tribuna de Josep Pifarré Paredero, director corporativo asistencial San Juan de Dios de España
Josep Pifarré Paredero.

Vivimos en un mundo cambiante, acelerado y complejo. Aunque el progreso en medicina ha erradicado o curado muchas enfermedades antes mortales, otros problemas persisten y nuevos desafíos surgen en este entorno dinámico.

En España, tres millones de personas sufren de soledad no deseada. Se trata de un aspecto que, aunque no sea una enfermedad en sentido estricto, constituye un importante problema de salud pública y causa un significativo sufrimiento a quienes la padecen, deteriorando su salud física y emocional. Numerosos estudios han demostrado que la soledad crónica está asociada a una variedad de enfermedades, convirtiéndola en una auténtica epidemia silenciosa. Sus efectos nocivos afectan especialmente la salud mental, aumentando la incidencia de depresión, ansiedad y trastornos del sueño, y es un factor de riesgo independiente de demencia, con un alarmante impacto en el deterioro cognitivo.

Este problema requiere atención urgente. Países como Japón y Reino Unido han creado un Ministerio para la Soledad. La soledad no deseada no solo afecta la salud mental, sino también la física, ya que se ha observado una mayor incidencia de eventos cardiovasculares, como infartos de miocardio e ictus, entre quienes la padecen. Muchos profesionales consideran la soledad no deseada como un factor de riesgo vascular modificable, al igual que el tabaco, el sedentarismo o la obesidad, y la mortalidad es mayor entre quienes viven solos.

La soledad no deseada es un fenómeno cada vez más común en nuestra sociedad moderna. En el ámbito asistencial, se aborda desde dos enfoques: mediante programas específicos de atención y mediante la inclusión de esta variable en los programas sanitarios y sociales ya existentes. Sin embargo, esto no es suficiente. Como dice nuestro refranero, "más vale prevenir que curar". Al igual que en otros problemas socio-sanitarios, son imprescindibles los programas de prevención y promoción. Para lograrlos, es clave la sensibilización tanto de la población general como de los profesionales.

Sensibilización para ampliar la mirada y para «ser sensibles» a lo que observemos, promoviendo una actitud transformadora. La soledad no deseada está a nuestro lado. Sin hacer ruido. Sin llamar la atención. Sin verla, si no la miramos o si no la queremos ver.

Es crucial fomentar conexiones sociales y redes de apoyo para combatir esta epidemia silenciosa. La promoción de actividades comunitarias y el uso consciente de la tecnología para mantener el contacto humano son pasos necesarios para mitigar los efectos devastadores de la soledad en nuestra sociedad. Además, hay un impacto económico significativo: el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada estima el coste anual de la soledad no deseada en España en 14.141 millones de euros.

La misión de San Juan de Dios se centra en la atención a las personas vulnerables, mediante una atención integral que busca romper la distinción entre problemas sanitarios y sociales, y detectando nuevas vulnerabilidades, especialmente aquellas que no captan la atención de los demás. Por ello, desde hace años, trabajamos en la problemática de la soledad no deseada, no solo entre personas mayores, sino también en otros colectivos, como en el ámbito social, salud mental, discapacidad, jóvenes y mujeres. Allí donde haya necesidades no cubiertas, allí estaremos.

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