La fibromialgia es una enfermedad crónica que se caracteriza por dolores musculares generalizados de más de tres meses de duración que se distribuyen por todo el cuerpo. Afecta a las esferas biológica, psicológica y social del paciente y resulta en la actualidad un importante problema de salud por su prevalencia, morbilidad y el elevado consumo de recursos sanitarios que genera.
Josune Martín. |
Padece la enfermedad en torno al 2-3 por ciento de la población y existe un claro predominio entre las mujeres (proporción de 7 a 1, es decir, el 85 por ciento). Suele aparecer entre los 30 y 50 años, aunque se han descrito casos en todas las edades. En Euskadi la prevalencia estimada es del 2,3 por ciento, lo que supone que existen más de 48.000 personas afectadas de fibromialgia en nuestro entorno más cercano.
Ante esta situación, la psicóloga de la Unidad de Dolor Crónico y Fibromialgia de IMQ AMSA, Josune Martín, explica las claves de esta enfermedad. Según describe, además de este dolor difuso y de la fatiga, que son los síntomas centrales en la vida de los pacientes, esta patología se asocia también con otro tipo de sintomatología. “Se produce un sueño no reparador, fatiga, cefalea, hormigueo en manos y pies, cansancio, sensación de inflamación en las articulaciones, dificultad para recordar palabras y nombres, intolerancia al frío, colon irritable, sensibilidad a los cambios de temperatura o alteraciones psicológicas como sintomatología ansiosa y depresiva”.
Asimismo, Martín Corral subraya que “en la actualidad no se conoce la causa de esta enfermedad ni existe un tratamiento eficaz para ella y toda esta sintomatología puede provocar efectos realmente devastadores tanto a nivel psicológico como profesional, social e incluso familiar”. “Se caracteriza por la ambigüedad en el diagnóstico, la incertidumbre en la comprensión de su fisiopatología y las dificultades de los médicos para abordarla globalmente”. “De este modo, y siguiendo la evidencia de la investigación sobre los tratamientos en fibromialgia, nuestro enfoque terapéutico desde la Unidad del Dolor Crónico y Fibromialgia de IMQ AMSA es incluir estrategias farmacológicas y no farmacológicas como las intervenciones psicológicas y fisioterápicas”.
Una enfermedad invisible
La especialista de IMQ AMSA destaca que “manejarse con el dolor tampoco es fácil para las personas cercanas a los pacientes. Es una enfermedad “invisible” y resulta complicado entender lo que es vivir con dolor crónico. ¿Cuánto apoyo necesita un familiar/amigo en este momento?, ¿cómo son su malestar y dolor ahora?. Desde fuera no es fácil hacer estas valoraciones y conocer cómo se encuentra una persona con fibromialgia. Los familiares han de encontrar la dosis apropiada/justa de apoyo, ya que los dos extremos (poca ayuda o demasiada) pueden ser problemáticos”, afirma.
Josune Martín subraya que “puede ser muy estresante ver cómo su pariente sufre sin poder hacer nada. Por eso, a los familiares y amigos también es necesario explicarles lo que es y supone esta enfermedad, qué tratamientos hay y cómo mantener los niveles de comunicación para poder saber qué nivel de apoyo necesita su familiar. A través de esa comunicación o de la integración en algunas de nuestras sesiones, familiares y pacientes puedan hablar y poner en común las dificultades que todos ellos encuentran en su día a día”.
Para la experta de IMQ, “los pacientes han de trabajar por su parte, para aceptar que la fibromialgia forma parte de su vida puesto que es una patología crónica. Es importante hacerles sentir que no se encuentran solos, y una forma de conseguirlo es que se conozca la enfermedad, no solamente por los pacientes, sino también por los médicos, familiares, y amigos”.
Abordaje multidisciplinar
La psicóloga pone el foco en que “es importante asumir que el dolor es real, y también que es posible mejorar la calidad de vida realizando tratamientos a través de diversas disciplinas como la psicología o la fisioterapia, “remando” en la misma dirección junto con el paciente”. “Es esta perspectiva interdisciplinar la que seguimos en IMQ-AMSA, una perspectiva que no busca añadir tratamientos a la intervención farmacológica que habitualmente reciben los pacientes, sino colaborar de forma integrada para el logro de un objetivo común. La interdisciplinariedad no supone la suma de tratamientos, sino la confluencia de intervenciones de diversos profesionales”, concluye.