La causa de la esclerosis múltiple (EM) es todavía desconocida para la comunidad científica, por lo que no se puede prevenir aún. Sin embargo, se sabe que la enfermedad ocurre por la interacción de algún factor ambiental y una predisposición individual. “La enfermedad tiene una diferente distribución geográfica, siendo menos frecuente en el ecuador e incrementándose su frecuencia según nos alejamos de él. Euskadi está situada en una zona de riesgo medio-alto, con una prevalencia de unos 110 casos por cada 100.000 habitantes, por lo que estimamos que el número de personas afectadas es de más de 2.200 personas”, destaca el Dr. Alfredo Rodríguez-Antigüedad, neurólogo de IMQ.
Tal y como informa el neurólogo vasco, “la esclerosis múltiple debuta, de media, antes de los 30 años y es más frecuente en las mujeres que en los hombres, con una ratio cercana a las tres mujeres por cada hombre. El incremento paulatino de la EM en las mujeres con relación a los hombres en los últimos años refuerza la existencia de una factor ambiental (infección, vitamina D, hábitos de vida, horas de sol, etc.), pero este se resiste a ser identificado”.
El hecho de que la EM comience en la juventud “cuando las personas inician sus principales proyectos vitales”, y de que sea una enfermedad crónica y discapacitante, determina su importante impacto a todos los niveles: personal, familiar y social. “De ahí la importancia del movimiento asociativo de los pacientes y de la necesidad de aunar los esfuerzos e iniciativas de todos los agentes que podemos minimizar el sufrimiento y mejorar la calidad de vida de las personas con EM”, destaca el experto.
¿Qué es la esclerosis múltiple y cómo se manifiesta?
La EM es una patología crónica, progresiva y discapacitante. Se caracteriza por la sucesiva aparición de lesiones inflamatorias en diferentes zonas del sistema nervioso central (cerebro y médula). “Cuando una de estas lesiones surge en una zona con expresión clínica, provoca síntomas de instauración aguda (recaída o brote): la persona pierde la sensibilidad o la fuerza en una o más extremidades, o ve doble o pierde la visión por un ojo, etcétera”.
Cualquier síntoma atribuible a una disfunción del sistema nervioso central puede darse en esta enfermedad. Al cabo de un tiempo, días o semanas, la lesión inflamatoria se autolimita y los síntomas remiten paulatinamente (remisión) dejando en ocasiones secuelas. “Con el paso del tiempo las recaídas son paulatinamente menos frecuentes pero algunos pacientes inician un insidioso y progresivo deterioro neurológico; a esta fase de la EM se la denomina ‘secundariamente progresiva’. Un pequeño porcentaje de las personas afectadas nunca presentarán recaídas y su evolución es únicamente progresiva (‘primariamente progresiva’)”, detalla el Dr. Rodríguez-Antigüedad.
Además de los síntomas “evidentes” (pérdida de fuerza, sensibilidad, visión, etc.) los pacientes padecen otros menos aparentes para quien no los sufre: dolor, fatiga, ansiedad, etc. Estos síntomas “ocultos” externamente son el origen de un importante sufrimiento, y en ocasiones incomprensión por su entorno.
Tratamiento
A pesar de los esfuerzos científicos, la EM sigue siendo incurable, aunque en la actualidad se disponen de varios tratamientos para frenar su actividad. “Los medicamentos consiguen frenar, cada vez de manera más eficaz, la aparición de nuevas lesiones y recaídas, y esto ha modificado de manera muy favorable el pronóstico de la enfermedad y la calidad de vida de quienes la padecen. Todo lo relacionado con la ‘progresión’, citada anteriormente, es uno de los actuales retos en esta enfermedad.
Los esfuerzos investigadores actuales están principalmente centrados en conocer mejor por qué se produce la progresión y cómo prevenirla o frenarla. Se han producido ya pasos muy importantes en este campo que nos hacen ser optimistas con respecto a que tengamos recursos para poder prevenir o frenar el deterioro neurológico progresivo”, declara el neurólogo de IMQ.
Investigación
La investigación sobre la EM ha tenido un desarrollo acelerado en los últimos años lo que se ha traducido en un mejor conocimiento de la enfermedad y el incremento de nuevos tratamientos para su control. Tal y como destaca el experto, “en la actualidad en Europa ya están comercializados doce fármacos diferentes, y otros están ya en la fase final antes de su registro”.
Otro reto en la EM es disponer de biomarcadores en sangre que permitan monitorizar la enfermedad de una manera más precisa, para valorar de manera temprana la efectividad o no del tratamiento que recibe cada persona, y avanzar en la medicina personalizada de precisión. El Dr. Rodríguez-Antigüedad ha desvelado que “en Bizkaia ya estamos desarrollando investigaciones en relación con los biomarcadores empleando las últimas tecnologías disponibles”.
La medicina regenerativa, la orientada a restaurar el daño producido por la enfermedad, “ya no se la considera una utopía, y se investiga de manera intensa en este campo. Los resultados prácticos no se estima que puedan estar en el futuro inmediato, pero ya se han realizado ensayos clínicos con este objetivo”, explica el neurólogo de IMQ.
Esclerosis múltiple y Covid-19
Al inicio de la actual pandemia, los miedos a que la propia EM o el efecto de los fármacos para su tratamiento provocaran un empeoramiento del pronóstico de la infección por el SARS-CoV-2 “se han desvanecido. En la actualidad ya sabemos que la incidencia y evolución de la Covid-19 son iguales a la del resto de personas sin esta enfermedad”, concluye.