Las vacaciones escolares conllevan cambios de horarios y de rutinas durante el verano, lo que puede influir en los buenos hábitos en cuanto a la alimentación se refieren. La ausencia de la estructura horaria y la rutina que proporciona el colegio puede provocar que la alimentación sufra ciertas variaciones, dejando los buenos hábitos relegados a un segundo plano, saltándose ciertas comidas y, sobre todo, aumentando el consumo de alimentos ultraprocesados, de azúcares y bebidas azucaradas o reduciendo la ingesta de frutas y verduras. Desde el servicio de Pediatría del Hospital Universitario de Torrejón, perteneciente a la red pública de la Comunidad de Madrid, recuerdan que “un estado nutricional adecuado es esencial para mantener la salud y desarrollar el potencial de crecimiento de los niños”.
La vuelta al colegio puede suponer un desafío para la alimentación de los más pequeños. Por ese motivo, pediatras del centro torrejonero recalcan la importancia de retomar la rutina habitual y comer de todo en cantidades adecuadas.
“La distribución de las comidas en edad preescolar y escolar debería dividirse en cuatro o cinco ingestas, poniendo especial interés en la vigilancia del consumo y la calidad de las comidas intermedias”, explica Alba García, pediatra del Hospital Universitario de Torrejón. “No conviene concentrar los alimentos en una o dos ingestas, sino distribuirlos entre todas las comidas: el desayuno podría suponer un 20% de los alimentos ingeridos a lo largo del día, el almuerzo un 10-15%, la comida un 25-35%, la merienda un 10-15% y la cena un 25%”, añade.
Las comidas y las cenas suelen ser fácilmente controladas, ya que es habitual que los niños coman y cenen en casa o, en su defecto, en el colegio, donde el control de la alimentación resulta más sencillo. Sin embargo, donde suelen haber más descuidos por falta de tiempo para prepararlos o por comodidad es en los almuerzos y las meriendas. El servicio de Pediatría recomienda diferentes opciones saludables para estas dos comidas: una pieza de fruta con un puñado de frutos secos al natural; unas tortitas de maíz o palitos de pan integral con queso de untar, pavo (95% carne) o un quesito tipo Babybel; un lácteo (yogur sin edulcorantes o leche en brick) con una pieza de fruta o un sándwich o un bocadillo pequeño de pan integral. En cuanto a los ingredientes del bocadillo, apuestan por hummus, queso de untar, pavo (95% carne), atún o pollo al natural, aguacate y tomate natural.
Sin embargo, no todos los niños tienen las mismas necesidades alimentarias. “La actividad física implica un aumento de los requerimientos nutricionales en función de ciertos rasgos individuales, por lo que una alimentación adecuada permite mantener la salud, asegurar el crecimiento y el desarrollo, además de conseguir un mejor rendimiento deportivo”, argumenta Soraya Muñoz, pediatra del centro. Si bien es cierto que para la actividad deportiva que se realiza en el ámbito escolar solo es preciso asegurar una correcta hidratación, cuando la intensidad o el tiempo dedicado sean superiores, será preciso aumentar las cantidades de forma individual. “No son precisos los suplementos proteicos ni de vitaminas y tampoco son necesarias grandes variaciones en los aportes de grasas, pero los hidratos deberán ser aportados fundamentalmente en forma de azúcares completos”, explica Noelia Álvarez, facultativa del servicio de Pediatría.
Por último, Laura Buceta, pediatra del Hospital Universitario de Torrejón, recuerda la importancia de evitar el consumo de toda clase de ultraprocesados, como los refrescos, la bollería, el embutido, las galletas, patatas fritas, los cereales refinados… “A la hora de hacer la compra, lo adecuado sería elegir buenos alimentos procesados”, añade. Para ello, recomienda fijarse en la información nutricional de los mismos, seleccionando aquellos que tengan entre uno y cinco ingredientes, entre los cuales no se encuentren niveles superiores al 5-10% de azúcar, harina refinada o aceite vegetal refinado.