El sistema sanitario español vive un momento trascendental para definir su configuración a medio plazo y establecer nuevas fórmulas de organización y gobernanza que garanticen su calidad y su sostenibilidad en las próximas décadas. La pandemia mostró la debilidad de nuestro modelo en su conjunto, las limitaciones que tiene el sector público y la importancia crucial de la sanidad privada. Mientras todavía seguimos sufriendo las consecuencias de la crisis sanitaria, el sistema muestra claros síntomas de agotamiento: falta de eficiencia, carencias crónicas en la planificación del personal sanitario, incremento de las listas y los tiempos de espera o retrasos en la incorporación de tecnología, terapias o técnicas innovadoras ocupan cada vez más espacio en el debate público. La necesidad de impulsar reformas y programas de transformación, tantas veces postergada, es ya improrrogable.

En este debate, la sanidad privada debe seguir reivindicando su capacidad y su determinación para dar un paso más y abandonar su condición de complemento de la sanidad pública e incorporarse a la sala de máquinas del sistema sanitario del futuro. La sanidad privada debe participar en la planificación, el diseño de una cartera común de servicios, la planificación de infraestructuras o la elaboración de estrategias compartidas en aspectos clave como, por ejemplo, la reducción de las listas de espera o la formación de nuevos profesionales.

La sanidad privada mantiene diferentes fórmulas de colaboración con el sector público que ayudan a mantener la calidad del sistema, ser más eficientes en el uso de los recursos y agilizar el acceso de los ciudadanos a las prestaciones sanitarias. El Grupo ASISA, el grupo privado de salud más grande de España gracias a su presencia tanto en el ámbito asegurador como en el hospitalario a través del Grupo HLA, siempre ha defendido que tenemos margen para seguir profundizando en esa colaboración y buscar nuevos modelos de cooperación.

En este sentido, y guiados por nuestra experiencia directa, creemos que debemos seguir fomentando los conciertos y derivaciones entre la sanidad pública y la privada, esenciales para acortar los tiempos de espera. Pero debemos cambiar el modelo de organización e integrar a la sanidad privada en la gestión de las listas de espera y tener en cuenta la capacidad de los hospitales privados a la hora de programar pruebas e intervenciones. Hasta ahora el modelo se basa en solicitar ayuda a la sanidad privada para reducir la espera en una determinada zona y en un momento puntual. Esto impide una adecuada planificación y resta eficiencia en el uso de los recursos. La sanidad privada es un aliado imprescindible para la sanidad pública.

A la vez, debemos seguir invirtiendo en el mutualismo administrativo. La supervivencia del modelo de las mutualidades -con el que ASISA está comprometida desde su creación- está en peligro si no mejora su financiación, apuesta por extenderse a nuevos sectores y avanza en el diseño de nuevas formas de gobernanza que fomenten una mayor implicación de las aseguradoras. 

Un tercer ámbito en el que debemos trabajar juntos es en el desarrollo conjunto de la cartera de prestación de servicios: en una sociedad cada vez más envejecida, con recursos públicos y privados limitados y con una revolución tecnológica que multiplica los costes, no tiene sentido mantener dos sistemas sanitarios que se desarrollan en paralelo sin apenas interconexión.

El Grupo ASISA, como otras compañías, es estructural para articular esa colaboración reforzada e impulsar la presencia de la sanidad privada en la toma de decisiones y en la planificación organizativa del Sistema Nacional de Salud (SNS). Reivindicar esa capacidad en un momento decisivo para la construcción de la sanidad del futuro es una obligación a la que no debemos renunciar.