A pesar de los avances en la investigación y tratamiento de los Trastornos Alimentarios (TA), todavía hoy el 25% de los casos no obtienen una recuperación completa. Se trata de patologías con grave afectación orgánica y psicosocial que tienen un impacto devastador en quien las padece.
En los últimos años, la salud mental ha entrado con fuerza en la denominada cuarta revolución industrial, a saber, aquella protagonizada por la inteligencia artificial, la robótica o la realidad virtual (RV). Las técnicas basadas en esta última tecnología estan obteniendo resultados prometedores, especialmente en dos áreas bien definidas: el modo en que podemos ayudar al paciente a enfrentarse a su alimentación y el modo en el que el paciente puede volver a aceptar su cuerpo.
En efecto, las primeras aplicaciones de RV en salud mental se ensayaron para el tratamiento de fobias. Esta tecnología permitió, ya en los años noventa, que pacientes con un miedo patológico a determinados objetos fóbicos, pudieran hacer una primera exposición mediante realidad virtual. Así, mediante unas gafas de realidad virtual, el paciente aracnofóbico pudo a partir de ese momento, exponerse a su miedo en la seguridad de la consulta de su psicólogo representando un primer paso a exponerse a una araña real como etapa final del tratamiento. Asimilando este paradigma, se crearon escenarios en los que los pacientes con trastornos alimentarios debían exponerse a determinados alimentos “prohibidos” como el chocolate, o la bollería. Los resultados de aquellos primeros ensayos fueron muy discretos. Nos dimos cuenta de que el factor simbólico y contextual del acto de comer explicaba mejor el miedo que no el alimento en sí mismo. En la actualidad el tratamiento mediante realidad virtual para trastornos alimetarios incluye estos factores contextuales creando escenarios en los que el paciente no solo debe seleccionar e ingerir determinados alimentos, sino que lo tiene que hacer en público, exponiéndose no solo a las calorías temidas sino a la mirada juiciosa del otro.
En relación al tratamiento de las alteraciones de la imagen corporal, también aquellos primeros ensayos se limitaban a intervenir en la distorsión de la imagen corporal sufrida por estos pacientes a través de demostrarles “objetivamente” esta distorsión. De nuevo, los primeros resultados tuvieron un efecto muy limitado. Los pacientes parecían no identificar su propio cuerpo en el avatar lo que veían en una pantalla. La tecnología actual permite que el avatar tenga exactamente las mismas medidas corporales que el paciente. Pero el salto tecnológico más destacado ha sido la posibilidad de que el avatar se mueva sincrónicamente con el paciente. Las personas con TA viven desconectadas de su cuerpo, de las sensaciones que emanan de él, así como de sus emociones. Viven en cambio su cuerpo como objeto de juicio y valoración negativa. La RV permite reconectar la visión que la persona tiene de su cuerpo, con las sensaciones que se producen en él y con sus movimientos.
No cabe duda de que la realidad virtual ha venido a mejorar de forma muy significativa la terapia para trastornos alimentarios. Sin embargo, debe quedar claro que, aunque con mucho potencial, se trata tan solo de una herramienta. Como tal, debe inscribirse en el contexto de un programa de tratamiento más amplio, liderado por profesionales con adecuada preparación con quien, además, el paciente haya establecido previamente una robusta alianza terapéutica, hasta ahora el factor que mejor contribuye al éxito de la intervención.