La Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, dispone hasta el 31 de diciembre de este año para lograr un acuerdo con los agentes sociales que de fuerza a su prometida reforma laboral.
Muchas cuestiones se han puesto sobre la mesa para cambiar el modelo vigente desde 2012.Entre todos ellas, desde una asociación patronal como ACES, la negociación colectiva es el instrumento nuclear de los acuerdos concretos entre los empresarios y las personas trabajadoras y tiene como misión hacer posible el objetivo empresarial y, en consecuencia, ayudar al progreso de todos los ciudadanos.
Dejando a un lado su prevalencia, o no, con los convenios de empresa (cuestión importante y controvertida por unos y otros) y los continuados cambios de todo tipo que caracterizan el progreso de nuestra realidad social, hemos de coincidir que es necesario repensar de nuevo el entorno y metodología de la parte imprescindible de la negociación colectiva en si misma.
El mundo ha cambiado profundísimamente en los últimos 40 años. Las relaciones laborales y las necesidades empresariales de nuestro país, como sociedad absolutamente desarrollada e incluso puntera en muchos aspectos a nivel mundial, son diferentes y debemos adaptarnos para seguir progresando. La revolución digital ha hecho trizas prácticamente todos los instrumentos con los que desarrollábamos nuestro trabajo, nuestra vida familiar-social y nuestro ocio. Ahora son posibles fórmulas de trabajo y tenemos tecnologías que, a precios muy inferiores, han mejorado la calidad de la oferta de bienes y servicios que favorecen a todos los ciudadanos. Y el mundo de la salud y el bienestar, no tan solo no han quedado al margen, sino que encabezan el ranking de sectores innovadoresy creadores de riqueza, alcanzando unos resultados en la curación de las enfermedades y la mejora de las discapacidades absolutamente extraordinarios.
Por ello nos preocupa cómo deberíamos contribuir de la forma más rápida y eficiente posible, a producir los cambios necesarios en el entorno laboral para que nuestras empresas de salud, produzcan mejores resultados en sus objetivos empresariales y, a la vez, mejoren legítimamente las condiciones de trabajo de todos aquellos que la hacen posible. Porque la empresa de salud es sobre todo un conjunto de personas que utilizan unos medios dados por el empresario, para alcanzar unos objetivos solicitados y necesarios para todas las personas.
Esta visión colaborativa y complementaria entre la función empresarial estricta y la aportación de las demás personas que unen su dedicación, esfuerzo y trabajo a este objetivo compartido, debe situar las relaciones laborales en un «nuevo» territorio que no casa a menudo con las reglas, y tal vez sobre todo con los supuestos “culturales”, en que hasta ahora estaban asentadas. No perpetuar un escenario que teatraliza una inexistente y conceptualmente muy nociva “lucha de clases”, debe ser un objetivo inmediato para afianzar el progreso de todos. Durante los peores años de la crisis económica pasada, todo el mundo se esforzó en dotar de más competitividad a nuestras empresas. Y así salimos del gran atolladero en que estábamos. Ahora estamos saliendo de una prueba peor, porque además de los desastrosos efectos económicos, el sector de salud ha tenido que trabajar y sufrir como nunca habían conocido nuestras generaciones y es imprescindible dar respuesta global a las nuevas realidades dotando de más flexibilidad y eficacia a nuestras empresas para que vuelvan a ser sostenibles y competitivas.
Si lo conseguimos, todos encontrarán sin duda el premio de su esfuerzo y dedicación con mejoras económicas adecuadas y una óptima calidad en el trabajo.