Con motivo del Día de la Mujer, la Dra. Cristina Asenjo Gismero, traumatóloga y cirujana ortopédica en el Hospital Beata María, cuenta en esta entrevista la situación de la mujer en una profesión, la de traumatólogo, que hasta hace poco parecía copada por hombres. Asenjo apunta que, afortunadamente, esa tendencia se está invirtiendo y hoy por hoy entran el mismo número de hombres que de mujeres a realizar la residencia de traumatología. Asimismo, la Dra. Cristina Asenjo Gismero asegura que el día a día de la profesión no depende del sexo, sino de la ilusión y el esfuerzo con el que se realice el trabajo. En su caso, una ilusión que le acompaña desde niña, cuando su padre le trasmitió la pasión por la cirugía traumatológica.
La especialidad de traumatología está copada prácticamente por hombres, tan sólo el 20% de los sanitarios de esta especialidad son mujeres. ¿Por qué cree que sucede esto?
Bueno, esa tendencia está cambiando. Ahora mismo en las universidades el porcentaje de mujeres es claramente mayor. Es cierto que en otras especialidades las mujeres han aumentado más rápidamente, pero en traumatología si nos fijamos en los residentes que entran cada año en la especialidad, prácticamente está al 50%, lo que pasa que ese cambio tardará varias generaciones en verse, sobre todo porque los representantes de las diferentes sociedades de la especialidad y los altos cargos siguen siendo hombres y hay poca visibilidad para las mujeres en ese escalón. Sin embargo, cuando vamos a los cursos de formación, entre los asistentes encuentras casi al mismo porcentaje de hombres que de mujeres. Es algo a trabajar aun en nuestra especialidad, pero estoy segura que poco a poco iremos llegando.
¿Por qué eligió usted Traumatología y Cirugía Ortopédica como su especialidad médica? ¿Tenía claro desde el principio que se quería dedicar a ello?
Lo tenía clarísimo. Mi padre también es traumatólogo y desde que me hice un poco mayor siempre me había ido con él a ver cómo operaba y en qué consistía su trabajo. Cuando empecé la carrera y vi las diferentes especialidades tuve claro que lo mío iba por cirugía, y que entre todas la que más me gustaba era traumatología por el tipo de patologías. Cuando veía las fracturas me parecía como reconstruir un puzzle y luego la parte degenerativa en la que tienes que estudiar y mantenerte actualizado para ofrecerle a los pacientes la mejor opción de tratamiento. Esta especialidad exige en unas ocasiones dar soluciones rápidas y, en otras, más meditadas. Son las dos caras de una misma moneda.
¿En algún momento de su carrera ha visto mermadas sus funciones por el hecho de ser mujer?
Por suerte hay mujeres por delante que han hecho un trabajo más duro que el de mi generación. Nuestra lucha ahora va, como en las demás profesiones, por conseguir que tengamos igualdad de oportunidades, porque habitualmente las mujeres tenemos que demostrar más que los hombres para conseguir los mismos puestos.
Por lo general, el hecho de ser mujer, ¿crea alguna situación comprometida con los pacientes?
Muchas veces es más complicado que los pacientes te reconozcan como la cirujana que les va a operar que los propios compañeros. No es raro que después de explicarle a un paciente la cirugía que le vas a hacer te pregunte: “¿me va a operar usted?”. Cuando es gente más mayor lo entiendes, no han vivido el cambio, pero si sorprende que te lo pregunte gente joven. Ahí es donde te das cuenta que aun nos queda mucho trabajo por hacer.
¿Qué cree que sería necesario para aumentar la ratio de mujeres traumatólogas?
Como mencionaba anteriormente, eso está cambiado y ya cada vez vemos más mujeres que se lanzan a la nuestra especialidad. Desde luego, lo primero que tienen que pensar es si les gusta y si se ven toda la vida dedicándose a esto. Si la respuesta es si, adelante. Ni la tradición, ni la historia de la especialidad podrán parar a una traumatóloga motivada.
¿Qué le diría a aquellas estudiantes MIR que les gusta la especialidad, pero que no quieren cogerla por pensar que estarán trabajando en un entorno eminentemente masculino?
Que una vez que conozcan la especialidad se darán cuenta de que las posibilidades son infinitas. Tengo amigas y compañeras que se dedican a todas las subespecialidades de las que consta la traumatología. Son muchas, y no tienen ningún tipo de problema en hacer todo lo que les corresponde. Ser buen traumatólogo no depende del sexo, depende de la pasión y la ilusión que le pongamos a lo que hacemos, como todo en esta vida.