Mayte Segura, directora de Comunicación de la Fundación IDIS
En el contexto actual, donde el sistema público de salud se encuentra bajo una presión sin precedentes, es necesario reflexionar sobre la colaboración entre los sectores público y privado. Desde la Fundación IDIS hemos destacado en diferentes intervenciones este año, a raíz de las publicaciones de nuestros diferentes informes, el rol del sector privado como un socio estratégico para la construcción de un sistema de salud integral que garantice la propia sostenibilidad del sistema en el medio plazo y que pueda proveer a los pacientes unos adecuados servicios asistenciales.
En este sentido, hemos destacado que la sanidad privada no solo es un actor clave en términos económicos, sino también en la atención directa a los pacientes. Lo cierto es que el sector sanitario público y el privado son complementarios y sus sinergias benefician directamente a los pacientes. Además, la sanidad privada representa el 28,4% del gasto sanitario total y realiza más del 30% de las intervenciones quirúrgicas en nuestro país, en un sector que emplea a más de 300.000 profesionales.
Pero ahora que acabamos de conocer los últimos datos del Ministerio de Sanidad sobre las listas de espera quirúrgicas y de primera consulta con especialistas, hemos de centrarnos en qué ocurre con la productividad de nuestro sistema de salud. Las cifras (junio de 2024) muestran que los pacientes en lista de espera quirúrgica han aumentado en el último año en un 3,4% (848.340 pacientes en junio de 2024 vs 819.964 en junio 2023). En cuanto a las consultas con especialistas, las esperas son de 94 días a nivel nacional (87 días en junio 2023), lo que demuestra que siguen en alza con respecto al año pasado. De los 83,79 pacientes por cada 1.000 habitantes que aparecen en el informe en lista de espera para consulta, el 54,6% tuvo que esperar más de 60 días para una consulta con su especialista.
Así pues, desde la Fundación IDIS hemos destacado también la necesidad de tomar medidas urgentes por parte del gobierno central para poner fin a estas cifras en nuestro país, aumentando la productividad del propio Sistema Nacional de Salud y contando con todos los recursos disponibles, a través de conciertos con el sector asistencial privado, cuando sea necesario.
Y es que los sistemas sanitarios deben medirse no solo por su capacidad de gasto, sino por su eficiencia, productividad y resultados en salud. Es aquí donde la colaboración entre ambos sectores se vuelve esencial. La sanidad privada puede ayudar a aliviar la presión financiera y asistencial que enfrenta el sector público, permitiendo que los recursos de este último se destinen de manera más eficiente y estratégica. Pero el sector privado no debe ser visto como una competencia del sector público, sino como un recurso más, como una pieza clave de un engranaje mayor que tiene un objetivo común: proporcionar la mejor asistencia sanitaria posible a la población.
En momentos como el que atravesamos, se hace evidente que la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud (SNS) depende en gran medida de las medidas estructurales que se implementen y, en particular, de una cooperación efectiva entre lo público y lo privado, que con su capacidad de innovación y su enfoque en la eficiencia puede ser además un motor de transformación para mejorar la calidad de la atención sanitaria en su conjunto.
En definitiva, si queremos un sistema sanitario integral, más fuerte, más resolutivo, y más eficiente, hay que tener en cuenta que la sanidad privada es un pilar imprescindible para construirlo y para superar los retos actuales de nuestro sistema sanitario. Es clave que exista una voluntad de consenso para impulsar las reformas que necesita nuestro sistema sanitario y adecuarlo así a las demandas actuales de los pacientes.